Thursday, January 21, 2016

El asistente de mago

¡OPORTUNIDAD DE EMPLEO!
Mago y artista
busca joven asistente
para su acto.
Sólo varones
Llamar al XXX-XXXX

Corto y al punto. Ni siquiera mencionaba la paga. Aún así, Sergei estaba lo suficientemente desesperado para al menos intentarlo, no tenía que perder. Hey, al menos cumplía el único requisito que se solicitaba.

“¿Diga?”

“Sí, eh, hola. Oiga, hablo para esta cosa del asistente de mago en el periódico…”

“¿Eres atractivo?”, la pregunta de su entrevistador no pudo ser más directa. ¿Qué tipo de pregunta era esa?

“Eh.. ¿qué?”

“Un asistente sólo necesita pararse ahí y verse bonito mientras que el mago hace su trabajo. Eso es todo. Así que dime, ¿eres atractivo?”

Eso tenía algo de sentido, se dijo a sí mismo Serguei. Generalmente, los asistentes de mago eran jóvenes, atractivos… y chicas. Le preguntó a su entrevistador acerca de ello.

“Mira, lo que necesitamos aquí es a un chico.” La voz del otro lado del auricular sonaba impaciente. “Así que, o estás interesando, o no. Dime si lo estás, no me hagas perder el tiempo.”

“¡S..sí, claro! ¡Por supuesto!”

“Entonces… ¿vas a responder a mi pregunta original?”

“¿Qué? ¡Ah! Claro, la cosa esa de si soy o no atrac… bueno, yo pienso que lo soy. Tengo 20 años y me gusta mantenerme en forma, entonces, sí, creo que estoy bien.”

La verdad sea dicha, Sergei en realidad se consideraba a sí mismo mucho más simplemente “bien”. A pesar de ser chaparro y fornido estaba lejos de estar gordo, su grueso cuerpo complementaba a su rostro juvenil y redondo. Había practicado la lucha grecorromana en sus tiempos de estudiante, y aunque no se ejercitaba tanto como solía hacer en aquellos días, se mantenía físicamente activo, saliendo a correr por las mañanas y levantando pesas en su apartamento. Su pelo rubio se mantenía generalmente corto, lo cual combinado con su barba lampiña le daba un aspecto de galán popular entre las chicas.

“Mmh… bueno, eso ya lo veremos.” Su entrevistador, por su parte, no sonaba en lo mínimo interesado. Sergei se preguntó si debió haber hecho un mejor trabajo en promocionarse, pero antes de que pudiera agregar algo, el hombre en el teléfono le indico una dirección y hora a la que debía presentarse. Tras apuntarla y verificarla, Sergei agradeció y colgó. Tenía una entrevista de trabajo.

* * *

El edificio 223 parecía abandonado.

El lugar tenía la apariencia de un viejo almacén que desesperadamente necesitaba una nueva capa de pintura, así como un reemplazo en muchos de los vidrios superiores. Sergei habría creído que la dirección era incorrecta de no ser por las instrucciones precisas para llegar al lugar; se veía abandonado, y se preguntó, no por primera vez, si no se trataría de una estafa o engaño, pero una vez más su necesidad triunfó por encima de su sentido común. Golpeo con los nudillos la pesada puerta metálica.

Un minuto más tarde un hombre abrió una rejilla en la puerta que sólo permitía entrever sus ojos, lo miró brevemente y la volvió a cerrar, abriendo la puerta sin decir palabra. Le indicó con un gesto que pasara.

Por dentro, el lugar se veía diferente a como Sergei lo había imaginado. En su mente el lugar se encontraba absolutamente vacío, con un techo muy alto y vidrio roto en el piso, así como grafiti en las paredes. En lugar de ello, un foco solitario iluminaba una habitación atestada por completo de baratijas y dispositivos, presuntamente para la magia. La cantidad de objetos dificultaba el paso, pero el hombre que le abrió la puerta se hacía camino entre ellos con naturalidad; guió a Sergei a otra habitación, en donde les esperaba una mesa y un par de sillas.

Sólo una vez que hubo tomado asiento es que Sergei comenzó a observar al hombre frente a él. Era un hombre de mediana edad, larguirucho, de cejas pobladas y una gran nariz de gancho. Su rostro sombrío no parecía haber sonreído alguna vez, y su eterno ceño fruncido le había provocado arrugas en su frente. No es de extrañar que necesite que su asistente sea atractivo, pensó Sergei para sí mismo.

“Bien. Esto es lo que necesito de ti: absoluta obediencia. Te digo que te pares ahí, te paras ahí. Te digo que saltes, saltas. Es sencillo. Pero se requiere de absoluta obediencia. Como te dije por teléfono, el trabajo de un asistente es pararse ahí y verse bien, yo haré el trabajo pesado y tú dejarás que la audiencia disfrute del espectáculo. ¿Qué dices? ¿Crees que puedas hacer eso?”

Sergei se encontró sorprendido de lo directo que era aquel hombre. No le había preguntado su nombre, su disponibilidad, sus habilidades, nada en lo absoluto. Sólo le había preguntado si podía seguir instrucciones.

“Pues… puedo hacer eso, claro, sin problemas. Me gustaría saber un poco acerca de… ”

“Bien. Si puedes hacerlo, entonces el trabajo es tuyo. Ven a esta dirección el viernes de la próxima semana y ahí comenzaremos con nuestro primer acto.”

“Espere… ¿primer acto? ¿Cómo? Creí que iba a haber una entrevista, ¿estoy contratado? ¿Cuánto me van a pagar? ¿Es que no vamos a practicar, cómo sabré qué es lo que debo hacer…?”

“Hablas demasiado”, el dijo el hombre, torciendo la boca. “Todo lo que necesitas es presentarte en ese lugar a la hora que te he dicho. Con respecto a la paga, toma, este será tu primer adelanto. Preséntate y te daré las tres cuartas partes restantes.”

Sergei abrió con desconfianza el sobre manila que le fue entregado, y abrió los ojos como platos al contar la cantidad de rublos que en él se encontraban. ¡Lo que había ahí era el equivalente a dos semanas de sueldo en su trabajo anterior! ¡Y aún faltaban tres cuartas partes! ¿Por un trabajo de una sola noche como asistente?

“Espere… yo no sé nada, no quiero meterme en problemas o en cosas ilegales, creo que hay una equivocación… yo creía que venía solamente a una entrevista de trabajo…”

“Y la has pasado. ¿Ya terminaste? Te aseguro que no hay nada ilegal en lo que hacemos, vamos a dar un pequeño show para un grupo de ricos snobs, los cuales, como puedes ver, pagan bastante bien. Y eso es todo lo que necesitas saber. Ahora, si me disculpas, estoy ocupado.”

El hombre ya se había puesto de pie, invitando a Sergei a hacer lo mismo. Camino a la salida ignoró sus preguntas acerca de cómo debía prepararse y qué indumentaria debía usar, indicando solamente que ya se encargaría de ello llegada la noche. Le cerró la puerta en la cara a media pregunta. Sergei se preguntó en qué se había metido.

* * *

El contraste entre el almacén y la casa no podía ser más marcado.

La casa, no, mansión frente a la que se encontraba Sergei era inmensa. Entre la reja de entrada y la mansión en sí había un enorme jardín, con plantas y árboles ornamentales cuidadosamente recortados, así como hermosas veredas zigzagueantes. Al ver la dirección sabía que el área era opulenta, pero no estaba preparado para el lugar que tenía enfrente; al llegar y presionar el botón del intercomunicador sintió nerviosismo, sentía que no se le permitiría la entrada, pero para sorpresa suya la reja se abrió al apenas anunciar su participación en el equipo de magia que proporcionaría el entretenimiento de la noche.

Caminando por la vereda rumbo a la casa se sintió particularmente inadecuado a pesar de estar vestido como estaba con su mejor camisa, pantalones caqui y zapatos negros. Tampoco podía negar se sentía un poco nervioso, se había sentido tentado a faltar a la cita pero la seguridad del vecindario y la promesa de más ingresos económicos le habían empujado a presentarse.

En la entrada de la mansión le esperaba un sirviente, quien le guió hacia una entrada lateral de la casa para decepción de Sergei, pues había esperado poder ver el recibidor y la entrada principal por dentro. El pasillo por el que entraron en su lugar era más bien estrecho y conducía a una habitación pequeña y no tan bien iluminada, en donde ya le espera el mago. Vestía un smoking negro y arrugado, con el color desvanecido por el uso, además de un sombrero de copa y pajarita.

“Excelente. Bien, llegas con buen tiempo. Ponte esto”, le dice el mago sin molestarse en saludarlo. Le señala a un cubre-traje recostado contra el respaldo de una silla.

Mirando a los alrededores de la habitación, Sergei busca un lugar para cambiarse; la decoración es mínima, un par de sillas, un mueble de madera con espejo, algunas cajas… el sirviente que le ha acompañado les observa desde la entrada de la habitación, y cuando Sergei le inquiere acerca de un baño u otra habitación donde pueda tener un poco de privacidad, éste sólo le responde que la habitación en la que se encuentran es la única disponible.

Sergei se queda incrédulo ante la respuesta, pero al voltear hacia el mago en busca de apoyo no encuentra más que un rostro desinteresado e impasible. Resignado, se acerca a la silla sobre la que se encuentra el traje y se quita la camisa, abriendo el cubre-traje para descubrir el smoking que portaría en su rol de asistente.

Cuando se dispone a ponerse la playera incluida con el traje, el mago chasquea la lengua en desaprobación a sus espaldas.

“Estás olvidando una parte. Mira ahí, tienes que ponerte eso primero”, le señala una malla color carne que se encuentra perfectamente doblada en el asiento de la silla. Sergei la toma y desenvuelve; se trata de un leotardo de pequeño tamaño.

“¿Esto? Oiga, no, esto no me va a quedar, y además, ¿para qué necesito usar esto debajo del traje?”.

“Calla y póntelo. Algunos de los trucos involucran fuego, eso te va a proteger. Además, es elástico.”

Dubitativo, Sergei se quitó el pantalón y los zapatos para ponerse el leotardo, pero en cuanto comenzó a hacerlo recibe un nuevo regaño del mago.

“¿Qué te crees? Con esos bóxers holgados no te va a quedar la vestimenta. ¡Remuévelos inmediatamente!”

“¿¿Qué?? ¡¡No tengo nada debajo!!”

“Mira, te estoy teniendo paciencia porque es tu primer espectáculo… pero si algo vas a aprender a hacer es obedecer. Te lo dije, ¿no? Te pararás en donde te digo que te pares, saltarás cuando te diga que lo hagas, y te pondrás lo que te diga. Así que, ¡¡o me devuelves tu adelanto y te retiras de mi vista, o te quitas ese bóxer y usas la vestimenta que amablemente te proporcioné!!”.

Sergei lo consideró, realmente lo hizo. No le gustaba nada ese hombre, no le gustaba cómo se dirigía a él y algo en la situación le apestaba terriblemente… pero necesitaba el dinero, y además, ni siquiera traía el adelanto que le habían dado consigo. Sin dirigirle la palabra al mago, le dio la espalda y se bajó los bóxers.

El leotardo era elástico, como el mago había clamado, pero aún así apretado. Sergei se removió incómodo cuando la malla se le metía entre sus nalgas, y debido a que el material era de un sólido color carne y extremadamente pegado a su piel se sintió desnudo al usarlo. La vestimenta no le cubría de piernas ni de brazos, sólo el torso, pecho y cadera, describiendo una forma de ‘V’ al frente de esta última que alzaba y marcaba su paquete. No se sentía bien usando aquella vestimenta sin ropa interior.

“¿Cómo se supone que me protegerá esto del fuego si ni siquiera cubre mis extremidades?”, le cuestionó Sergei al mago con molestia.

“Magia. ¿No tenías prisa por ponerte el resto del traje?”

No necesitaba se lo dijeran dos veces, el traje le hacía sentir desnudo. Se vistió con el smoking que se le había proporcionado, y Sergei se sorprendió al descubrir que era exactamente de su talla. No se lo cuestionó.

Una vez vestido el ayudante, el sirviente que había guiado a Sergei a aquella habitación les condujo a través de varios pasillos de la mansión; el chico miraba asombrado la opulencia de sus alrededores, fascinado por la amplitud de espacios y la clara riqueza que le rodeaba. Detrás de él caminaba el mago, quien al contrario ignoraba todo cuanto tenía alrededor y arrastraba tras de sí un grueso baúl con ruedas en el que, Sergei asumía, se encontraban sus materiales para el acto. Pensó que debía ofrecerse en ayudarle a cargarlo, pero aún estaba molesto y éste no le había solicitado ayuda por lo que prefirió ignorarlo.

La habitación a la que llegaron era la más amplia que había visto el joven hasta aquel momento. La iluminación era tenue, dando un ambiente lóbrego, y en el centro del cuarto se encontraban cinco largas mesas circulares de mantel blanco, en donde un grupo de comensales disfrutaba de una cena exquisita, excelentemente atendidos por meseros. Sergei notó que los invitados eran todos del género masculino, y casi por completo de avanzada edad; vestían de manera refinada pero se conducían de forma ruidosa, charlando animadamente entre ellos y bebiendo sin parar. Ignoraron por completo al mago y a su asistente.

En un extremo de la habitación les esperaba el escenario, el cual estaba formado por una alta tarima con escaleras a los lados por las cuales podían subir y hacerse ver claramente, así como dos pantallas a los costados tras los cuales podrían ocultarse de la audiencia. Una pantalla blanca servía como telón de fondo. En el costado del escenario ya les esperaba una enorme caja metálica dividida en cuatro segmentos, la cual contaba con ruedas para su fácil transportación; en el frente de la caja una figura humana estaba dibujada. Sergei se preguntó cómo es que el mago esperaba que él fuera la ‘victima’ sobre la que se haría la famosa ilusión de la persona dividida en cuatro sin nada de preparación.

El muchacho esperaba que el mago comenzara a preparar lo que asumía necesitaría para el acto, pero el mago se limitó a ordenarle que le ayudase a subir el pesado baúl al escenario tras una de las pantallas en los costados. Una vez cumplida la tarea, el mago se sentó en el baúl, ignorando por completo a su ayudante.

Los minutos antes del espectáculo transcurrieron en incómodo silencio. Sergei se removía en su lugar, inquieto; el mago evadía sus preguntas acerca de en qué consistiría su participación durante el show, repitiendo solamente que “sólo necesitas seguir instrucciones”. La idea de presentarse ante una audiencia sin preparación alguna le estaba llenando de nervios, aún cuando sólo se tratase de una fiesta privada.

Finalmente, uno de los sirvientes se les acercó para anunciarles que todo estaba preparado para que comenzaran su espectáculo. El mago asintió, se puso de pie y sin darle instrucción alguna a Sergei se dirigió al centro del escenario. En cuanto apareció, un silencio sepulcral cayó en la habitación, y todos los ojos de los presentes se colocaron en él. Carraspeo.

“¡Caballeros y…! Supongo más caballeros”. Risas dispersas entre el público. Sergei no había creído al hombre capaz de hacer una broma. “Mi nombre, como algunos de ustedes saben bien, es el gran Grigori, y es para mí un honor presentarme ante ustedes el día de hoy.”

El mago hizo una floritura para quitarse el sombrero y se inclinó en una exagerada reverencia, colocando una mano a la altura de su pecho. Esperó a que pararan los aplausos antes de alzarse y continuar.

“A quienes han tenido la oportunidad de haber visto mi show con anterioridad, bien sabrán que mi espectáculo es único en su clase; les aseguro, caballeros, que lo que aquí verán no lo podrán ver en ningún otro lado. Pero no podría hacer esto sin ayuda, y por suerte cuento con ella. ¡Por favor, les pido un fuerte aplauso para mi asistente, el joven Sergei!”

El mago extendió un brazo en dirección al muchacho y este comprendió era su señal para aparecer. Se sintió un poco mareado cuando salió de detrás de la pantalla para presentarse ante la audiencia, e imitando lo que había visto hacer el mago, hizo una reverencia. Quizá era su imaginación, pero le pareció que aplaudieron más con él que con lo que habían hecho con el mismo mago, e incluso le pareció escuchar algunos chiflidos.

“Excelente. Creo, señores, que podemos dar comienzo a esta pequeña noche de magia, ¿Y qué mejor que con una de las más viejas escuelas, nacido en el oeste africano? Caballeros, ¿alguien puede decirme qué es este pequeño objeto?” Aparentemente nacido del aire apareció en la mano del mago un burdo muñeco de paja, ataviado con tela negra.

“¡Un muñeco de vudú!”, gritó alguien de la audiencia.

“¡Correcto! El muñeco de vudú es infame por cómo ha sido representado en la televisión y películas, pero, ¿alguno de ustedes ha visto a uno de ellos en acción? Les aseguro, queridos caballeros, que este tipo de magia no es algo que se deba tomar a la ligera… ¡Pero esta noche, caballeros, no nos preocuparemos por tales cosas! Por supuesto, creo todos estamos familiarizados con los requisitos para que este tipo de magia funcione… necesitamos una víctima.” El mago caminaba de un lado a otro del escenario, y en el momento en que decía aquellas palabras pasó por detrás de Sergei y le agarro de un mechón de pelo, jalándolo con gran fuerza. El chico dio un pequeño aullido de dolor y volteo a mirar al mago, sorprendido. “¡Ah! Y por supuesto, algo tomado de ella. Me parece que esto servirá”.

Los ancianos de la audiencia pendían de cada palabra dicha por el mago. Observaron con gran atención como su presentador colocaba algunos de los cabellos que había logrado tomar del asistente en el pequeño muñeco, preparándolo para su acto inicial.

“Gracias a la generosa (Sergei le dirigió una mirada llena de coraje) donación de nuestro querido asistente, tenemos el elemento primordial. Ahora, y con la ayuda de algunas palabras mágicas, enlazaremos su cuerpo al de este pequeño muñeco.”

Sergei, aún molesto, observó al mago mientras este murmuraba palabras desconocidas al muñeco. ¿Para esto había sido contratado, para servir de conejillo de indias a los trucos de aquel viejo? No le gustaba en lo absoluto, pero al menos la paga era buena. Pero se vengaría: el mago claramente esperaba que él imitara los movimientos que hiciera en el muñeco, pero se negaría a hacerlo y le haría quedar en ridículo.

El mago acabó con su conjuro, y alzó con una mano el muñeco a la audiencia.

“¡Está hecho! Caballeros, quiero por favor su entera atención. Tienen ante ustedes a un verdadero, increíble, genuino muñeco de vudú; empezaré preguntando si alguno de ustedes tiene alguna pregunta”. El mago manipuló con un dedo uno de los pequeños brazos del muñeco para alzarlo. Sergei se sintió inmediatamente obligado a hacer lo mismo.

“¿Qué diablos…?”

“¡Ah! Pero si es mi propio asistente quien tiene una pregunta. Dime, ¿qué es aquello que te gustaría saber?”

“¿Cómo es posible…? ¡¡No puedo mover el brazo!!” Sergei agarró con su otra mano al brazo alzado, pero este se negaba a reaccionar. La audiencia aplaudió ante el primer truco de la noche.

“¿Cómo es posible? Me parece fui bastante claro en ese aspecto. Este muñeco está enlazado a tu cuerpo, y como tal, cualquier manipulación que se le haga se verá reflejada en ti. Por ejemplo…” El mago soltó el brazo del muñeco e inmediatamente Sergei sintió que su propio brazo era liberado de la invisible prisión. Pero el mago no había terminado de demostrar el poder de la marioneta y alzó una de las pequeñas piernas, imitado inmediatamente por el mismo Sergei; éste perdió el equilibrio por el súbito movimiento y cayó hacia atrás pesadamente, pierna aún alzada.

“¡Detente! ¿Qué estás haciendo? ¡Déjame, maldita sea!” Sergei se puso de pie como pudo, con la pierna aún alzada. Se tenía que mover con cuidado para mantener el equilibrio con su única pierna. La audiencia volvía a aplaudir, aparentemente encantada con lo que observaban. ¿Acaso no podían entender que no era partícipe voluntario de este acto? ¿Por qué nadie hacía nada, acaso no le escuchaban? El mago, sin embargo, había comenzado a ignorarlo para dirigirse en su lugar a la audiencia nuevamente.

“Por supuesto, caballeros, que no espero tomen mi palabra de la magia de la que este joven es partícipe. ¿Podría hacerme el favor de acercarse usted, caballero?” Se dirigió a uno de los ancianos en una de las mesas cercanas. El mago se inclinó al frente de la tarima del escenario y le extendió el muñeco al anciano, quien lo recibió encantado. “Ahora, caballero, quisiera que hiciera unas pruebas para confirmar la magia de este muñeco. Dando la espalda al escenario para que ni yo ni mi ayudante podamos verlo, pero visible al resto de la audiencia, manipule como usted desee a este muñeco. Siéntase libre de hacerlo con absoluta libertad.”

El chico, efectivamente, no era capaz de observar lo que aquel anciano hacía con el muñeco, pero ciertamente podía sentirlo. La audiencia rió a carcajadas al verlo ponerse de pie y mover la cadera de un lado a otro, en una burda imitación de baile. Subía y bajaba las manos sin control, y pese a sus gritos de protesta, la audiencia sólo reía más fuerte.

Mientras se movía de un lado al otro del escenario con movimientos torpes sin dejar de hacer grandes aspavientos, Sergei sintió una cierta fricción en la parte frontal de su pantalón. Era como si su miembro se frotase contra una almohada; con horror comprendió que aquel viejo aprovechó su oportunidad con el muñeco para sobar su paquete. Esperaba el resto del público no se diera cuenta de aquello, pero aquel viejo le frotaba con tal suavidad que le provocó una erección, fortuitamente contenida por el leotardo.

Acabó su improvisado baile dándole la espalda al público e inclinándose, dándose un par de azotes en el culo a sí mismo al hacerlo. La audiencia estalló en carcajadas y aplausos, encantados por aquel acto.

El mago, por su cuenta, se limitó a sonreír y agradecer al señor cuando éste le devolvió el muñeco. Fuertes aplausos no se dejaron esperar ante tal acto de magia, y el gran Grigori los recibió con gran aplomo, inclinándose y quitándose el sombrero ante su audiencia.

“Muchas gracias, mis queridos caballeros, muchas gracias. Un aplauso para mi querido asistente, quien ha sido de gran ayuda para demostrar mi poder.” Mientras Sergei le gritaba obscenidades y la audiencia le aplaudía, el mago le hizo inclinarse ante de la audiencia en una especie de reverencia.

“Demos paso, si me lo permiten, a nuestra siguiente muestra de magia. Para esto, necesitaré…. ¡ah! Aquí está, esta pequeña herramienta.” Del baúl a un costado del escenario el mago sacó un aro metálico y una base sobre la cual el aro se sostenía. Los colocó al centro del escenario ante la atenta mirada de todos. “Es posible hayan visto previamente aros como este. Quizá los relacionen con otra profesión cercana a la mía, la de un cirquero… aunque en esas situaciones, el aro se vería más bien… ¡así!”

El mago apuntó al aro, y éste estalló en llamas al instante. El perímetro del aro estaba cubierto de lenguas de fuego crepitantes; Sergei miró al aro preocupado, atrapado en la reverencia en la que el mago le había dejado.

“Como antes mencioné, este tipo de aros es más común verlos como parte del acto de un circo que de un acto de magia. Pero lo que estoy a punto de mostrarles, caballeros, es magia, pura y simple, y para ella vamos a necesitar nuevamente la ayuda de nuestro valiente asistente. ¡Un aplauso nuevamente, señores!”

La audiencia aplaudió con más fuerza que antes, encantada. Sergei sudaba copiosamente, intentando hacer reaccionar a su cuerpo, pero ahora lo único que podía mover con libertad era su cabeza; la idea de realizar cualquier tipo de truco con fuego siendo él incapaz de moverse le tenía sumamente preocupado. Su cuerpo, contra su voluntad, se enderezo y caminó para posarse a un lado del aro de fuego. Giró y la miró de frente.

No era un aro particularmente pequeño, su cuerpo entero cabría dentro de él muy fácilmente, agachando un poco la cabeza y encogiendo los hombros. Tampoco se alzaba mucho del piso, la parte baja del aro le llegaba a las rodillas, con lo que en circunstancias normales habría bastado un pequeño salto para cruzar. Pero le preocupaba la cercanía a las lenguas de fuego, podía sentir el calor que irradiaban.

“¡Oye, no, espera! ¡Me vas a matar, voy a quemarme vivo, te lo ruego, por favor déjame ir!” Sergei suplicaba al mago pero sus palabras cayeron en oídos sordos; éste se dirigía a la audiencia.

“¡Caballeros! Por favor, ayúdenme contando hasta tres para ayudar a nuestro valiente asistente a dar el salto de fe que necesita.”

“¡TRES!” La audiencia gritaba al unísono. Sergei giró la cabeza hacia ellos y suplicó su ayuda, pero nadie le pareció hacer el menor caso.

“¡DOS!” Maldecía, gritaba, y suplicaba se detuvieran.

“¡UNO!” Vio al mago preparando al muñeco, manipulándolo con ambas manos.

“¡CERO!” Su cuerpo se encogió en automático y dio un salto en dirección al aro en contra de su voluntad. Cerró los ojos, sintió el calor que ahora le rodeaba, lenguas de fuego le envolvían y le rodeaban, se estaba quemando, gritó con desesperación...

… pero la audiencia aplaudía con más fuerza que nunca, e incluso chiflaba. Abrió los ojos.

Aún alcanzó a ver algunos de los trozos de la ropa cuando esta se deshacía en el aire, chamuscada, como si se tratase de papel quemado. Él mismo no tenía una sola quemadura en todo su cuerpo, nada le dolía en lo absoluto, pero el traje entero había desaparecido en un instante. Un segundo estaba vestido, preparándose para saltar por el aro de fuego, y al siguiente se encontraba del otro lado, casi desnudo si no fuese por el leotardo que se había puesto debajo del traje.

Y eso es todo lo que usaba. De alguna manera, aquel fuego aparentemente mágico había quemado el saco, camisa, pantalón, zapatos y calcetas en un instante sin dejarle una sola marca en el cuerpo; la adrenalina de lo que acababa de vivir dio paso a la vergüenza de encontrarse ante la audiencia vestido con nada más que el leotardo color carne pegado al cuerpo, el cual dejaba muy poco a la imaginación. Los espectadores estaban encantados.

Lo que más quería en aquel momento era taparse con las manos y salir corriendo del escenario, humillado. En lugar de ello, fue obligado a pararse en posición de firme, mirar a la audiencia y dar una escueta reverencia. Su paquete, que previamente había sufrido una erección producto de las manipulaciones del viejo con el muñeco, se marcaba obscenamente al frente; el bulto delataba su tamaño.

El gran Grigori también hizo una rápida reverencia. Tomó el aro aún encendido pese al fuego, el cual no parecía afectarle, y con un rápido movimiento de muñeca agitó el aro y las llamas desaparecieron de manera tan abrupta como habían surgido.

“¡Una muestra más de la capacidad de la magia! Los elementos se doblegan ante el poder de una mente fuerte que sepa domarlos, caballeros, y no afectarán a aquellos que éste así lo designe. Una lástima que no pueda decirse lo mismo de la vestimenta…” Risas. “¡Qué suerte para nuestro caballero, entonces, que su ropa interior no se viera afectada! Y vaya ropa que es aquella… chico, ¡Creo que con lo ceñido que te queda eso, no es necesario preguntarte si eres circuncidado o no!”

Sergei se ruborizó y le dirigió algunas palabras vulgares, las cuales se ahogaron entre los gritos de la gente.

“Con un atuendo como tal, uno pensaría no eres un asistente de mago, sino alguna especie de bailarín exótico. No seas tímido, ¿por qué das una pequeña vuelta? Lentamente, lentamente...” dijo el mago, mientras a la vista de todos manipulaba al muñeco para hacer exactamente como había ‘sugerido’.

Así hizo Sergei contra su voluntad, prisionero en su propio cuerpo, y los chiflidos se intensificaron, en particular cuando les dio la espalda y la parte trasera del traje encajada entre sus nalgas les fue visible a todos. Comenzaba a sospechar que aquellos viejos, ricos y calientes, sabían exactamente qué tipo de espectáculo iban a tener cuando contrataron al gran Grigori.

“¡Excelente! ¡Un aplauso para mi joven asistente, caballeros, quien no deja que un pequeño ‘fallo de vestuario’ se interponga en el camino de un gran show! Así que sigamos su ejemplo, y nosotros tampoco permitamos que esto nos distraiga de nuestro gran espectáculo.” Carraspeo, y continuó: “O eso es lo que quisiera decir, pero mucho me temo mi garganta se ha secado de tanto hablar. ¿Quisiera alguien ser tan amable como para acercarme un vaso de agua? ¡Ah! Ya veo que se acerca un señor con lo que solicité. Muchas gracias, mi estimado caballero.”

El mago aceptó el vaso de agua con hielos que uno de los meseros se acercó a darle, y tomó un pequeño sorbo.

“¡Ah! ¡Mucho mejor, mucho mejor! Refrescante, creo que podemos dar paso a lo que… ¡Ah! ¡Disculparán mi torpeza!” Una súbita sensación de frío invadió el cuerpo entero de Sergei. Al agacharse para dejar el vaso en el piso del escenario, el mago ‘accidentalmente’ había dejado caer al muñeco de vudú en el mismo y éste se había sumergido en el líquido hasta cubrirle la cabeza. Sergei le intentó gritar al mago que sacara a la figurita del vaso inmediatamente, pero sentía que el aire no llegaba a sus pulmones y su grito ahogado pasó aparentemente inadvertido. El mago, por su parte, hacía un teatro de actuar sorprendido y sacar el muñeco lentamente y con cuidado.

Finalmente lo retiró del agua y lo echó al piso, donde la figurita mágica se apelmazó. Sergei también se echó para atrás y se tiró al piso, respirando laboriosamente. Inhalaba de forma ruidosa, intentando llenar sus pulmones vacíos. Su cuerpo entero estaba cubierto por una fina capa de sudor, producto de la desesperación de no poder respirar momentáneamente, lo que hacía que el leotardo se le pegara incómodamente a la piel. Tosió y se llevó las manos a la garganta; tardo unos momentos en darse cuenta de lo que acababa de hacer, y de que una vez más era libre de mover sus extremidades. Aún le tomo unos segundos más comprender lo que quizá había ocurrido: el agua debía haber soltado los cabellos que el mago había colocado en el muñeco, deshaciendo con ello el enlace que habían tenido; el mago, sin embargo, no parecía haberse dado cuenta de lo ocurrido y se dirigía a su público nuevamente, quien a su vez sólo tenía ojos para él. Era su oportunidad para escapar.

Sin alzarse del piso y procurando no hacer movimientos bruscos, Sergei se comenzó a arrastrar a la orilla del escenario. Se movía lentamente para no llamar la atención, pero el mago sólo parloteaba y parloteaba confiado en que el chico seguía inmovilizado por la magia del vudú; algo explicaba al público acerca de la necesidad de utilería para su siguiente truco pero Sergei no le escuchaba, concentrado en deslizarse y salir de ahí. Miraba con atención las orillas del escenario, solo tenía que llegar ahí y ya nadie lo vería, podría ponerse de pie y salir corriendo. Ya casi... ya casi...

Y llegó. Giró la cabeza a la audiencia para asegurarse de que el público no había prestado atención a su escape y los encontró charlando animadamente entre ellos. Satisfecho y sin dejar de verlos, se puso de pie e intentó comenzar su carrera lejos de ahí… sólo para chocar con la alta figura del gran Grigori, interponiéndose entre él y las escaleras al costado del escenario. Cayó al piso, momento que el mago aprovechó para en un instante pasarle por la cabeza el lazo de nudo corredizo que tenía en mano; de un tirón el lazo se apretó, cortando nuevamente la vía respiratoria del muchacho.

“¿En verdad creías que podías escapar tan fácilmente? Esto aún no acaba. El público te ama, y lo hará aún más cuando vea tu cuerpo a través de ese leotardo empapado.”

El mago caminó al centro del escenario cuerda en mano seguido por el trastabillante Sergei, quien agarraba con ambas manos el lazo que le apretaba del cuello.

“Caballeros, nuestro querido voluntario ha decidido ayudarnos también con el siguiente acto, pero como pueden ver, no ha salido indemne del pequeño ‘accidente’ que su versión en miniatura sufrió.” Alzó la mano en que tenía la cuerda y Sergei no tuvo opción más que pararse de puntitas para evitar ser estrangulado. Todos los presentes pudieron ver lo que el mago les indicaba: el material del leotardo se había transparentado por completo como si se hubiese mojado, dejando a Sergei expuesto de tal forma que se podía ver las partes de su cuerpo que antes no era posible: la audiencia pudo admirar el perfectamente recortado vello de su pecho que se pegaba a su cuerpo, marcando un camino que acababa en su entrepierna, en donde el vello púbico había sido reducido a una mata corta. El hecho de que se recortaba el vello corporal era algo que prefería mantener en privado y que le avergonzaba profundamente, pero en esos momentos estaba más concentrado en la cuerda en su cuello que en otra cosa.

Cuando el chico comenzó a sentir que las orillas de su visión comenzaban a nublarse, el mago soltó la cuerda y Sergei se desplomó al piso como una marioneta sin hilos. Se llevó las manos a la garganta, tosiendo, y se quedó ahí tratando de recuperar el aliento mientras el mago traía al escenario el siguiente material para su acto.

El color ya había vuelto al rostro del chico para cuando el mago trajo al escenario la larga caja metálica que previamente había visto en el costado del escenario; la caja estaba dividida en cuatro segmentos desiguales y contaba con cinco aberturas en la parte frontal, en los lugares en los que la caricatura de la figura humana indicaban iban ambas manos, pies y finalmente la cara. El mago abrió la parte frontal de cada uno de los cuatro segmentos.

No tenía muchas fuerzas para protestar cuando fue tomado de las axilas y alzado (la fuerza del mago le tomó por sorpresa) para ser colocado dentro de la caja. En cuanto el mago pasó las manos y pies desnudos de Sergei por sus respectivas aberturas, la bolsa que protegía de los bordes de la abertura se comenzó a hinchar, aprisionando los miembros del chico e impidiéndole retraer las manos al interior de la caja. Una vez satisfecho con la operación, el mago acomodó el resto del cuerpo del muchacho en la caja, cerró las puertillas y corrió los seguros, dejando al chico aprisionado dentro de la caja. Su rostro, manos y pies era lo único visible para la audiencia.

“¡Finalmente está listo! Disculparán, caballeros, la tardanza en la preparación de este truco, el cual sin duda ya conocerán. La chica en zig-zag (o chico, en este caso) es uno de los trucos de magia más conocidos, a tal punto que se ha convertido casi en un cliché. ¡Pero les aseguro que nunca han visto al truco realizado de esta forma!” Con una amplia sonrisa, el mago levantó uno de los materiales que había preparado para el acto: una delgada hoja de lámina, con una orilla reluciente y punzocortante. Los ojos de Sergei se ensancharon.

“¡¡ESTÁ LOCO!! ¡¡SAQUENME DE AQUÍ, ESTÁ LOCO!!” la desesperación del chico llegó a su punto más alto. Ahora podía verlo, un montón de viejos ricos pagando para ver un video snuff en persona, con él como protagonista. Sacudió su cuerpo entero, pero la pesada caja no se movía de su lugar ni podía mover brazos o piernas. Estaba atrapado.

Un silencio se hizo entre los espectadores, quienes contemplaban con atención como el mago colocaba la delgada hoja en la separación más alta de la caja, la cual al encontrarse a la altura del cuello dividía a la cabeza del resto del cuerpo. Los gritos de Sergei retumbaban en la habitación, ignorados.

De un solo movimiento, el gran Grigori empujó la hoja y atravesó la caja de lado a lado. Sergei se sintió desvanecer, pero logro mantenerse consciente lo suficiente como para darse cuenta que no sentía el dolor que había esperado cuando su cabeza se separara de su cuerpo. “Quizá es el shock”, pensó para sí.

El mago produjo una hoja más, y como había hecho con la anterior la colocó en una de las separaciones, en esta ocasión a la altura de la cadera. Empujó la hoja y ésta atravesó de un lado a otro la caja, con la facilidad con la que un cuchillo caliente parte la mantequilla. Sergei tampoco sintió dolor con la nueva hoja, por lo que comenzó a sospechar sus miedos habían sido infundados y efectivamente sólo se trataba de un viejo truco de magia.

La última de las hojas fue destinada a la más baja de las separaciones, la cual se ubicaba en donde acababa su entrepierna y comenzaban sus piernas. Cuando ésta atravesó la caja por completo no sintió nada más que un cosquilleo en el cuerpo; respiró aliviado.

El mago no espero aplausos antes de pasar a la siguiente fase del truco, en la cual usualmente se empujaba y separaba cada uno de los segmentos para dar la ilusión de un cuerpo partido en pedazos. Por supuesto, el truco no consistía en nada más que una ilusión, y Sergei se preparó para ser contorsionado cuando el mago comenzó a empujar la caja hacia la izquierda…

… hasta que ésta se soltó por completo. El mago tomó la pesada con ambas manos y la alzó por encima de su cabeza. Los aplausos fueron estrepitosos.

Sergei estaba horrorizado. Con la cabeza por fuera de la caja, miró hacia abajo y en lugar del resto de la caja, veía al gran Grigori sosteniéndole, mientras que al girar su cabeza a la derecha podía ver la caja con sus manos y pies saliendo de ella. No veía nada de sangre, ¿sería posible en verdad había sido cortado en pedazos? Aún podía sentir todo su cuerpo, pero había escuchado hablar que cuando a uno le amputaban una mano, uno sentía como si aún la tuviera; sin embargo… ¡Sí, ahí estaba! ¡Podía ver claramente como sus manos se abrían y cerraban, gesticulaban de la manera que él sentía que estaba haciendo, como si aún estuvieran pegadas a su cuerpo! Intentó alzarlas y bajarlas, señalar y apuntar, y todo era hecho al instante… no cabía duda, su cuerpo respondía como si fuese uno entero.

El segmento conteniendo la cabeza de Sergei fue colocado en una pequeña mesa, mientras que el mago repitió la operación con el resto de los segmentos. El que contenía el torso y manos resultó ser el más pesado, y al empujarlo terminó cayendo de lado, algo que Sergei pudo sentir para su gran sorpresa. El segmento con la cadera, el más pequeño de ellos, fue colocado en una mesa similar a la que contenía la cabeza, mientras que el último de los segmentos, en donde solo quedaban pies y piernas, fue dejado en el lugar en donde se encontraba en pie. El mago giró las cajas de la cabeza y la cadera para que miraran en dirección a la audiencia y les dirigió una reverencia.

Por su parte, el joven asistente estaba perplejo por lo que ocurría. Frente a él veía a la audiencia aplaudiendo, pero bajo suyo no había nada de su cuerpo, pese a que podía sentirlo.

El mago movió nuevamente la mesa con la cabeza del chico para que pudiese mirar al resto de su cuerpo dividido en tres pedazos. A continuación, procedió a violar una de las reglas cardinales del truco: abrió la caja que contenía la cadera del chico, revelando su contenido.

Una parte de Sergei había seguía pensando hasta aquel momento que todo aquello no era más que una gran ilusión, un truco como cualquier show de magia en donde se engañaba a los sentidos, incluso con lo implausible que había sido todo hasta ahora. Pero cuando llana y claramente pudo ver a su propia cadera, separada de su cuerpo pero respondiendo a sus movimientos, es que finalmente pudo admitirse a sí mismo que lo que estaba viendo no tenía una explicación lógica.

La cadera del chico vestía solamente con la parte inferior del leotardo color carne, ahora prácticamente transparente. Aún con lo abrumado que se sentía al presenciar aquello llegaba a sentir también vergüenza por dejar a su miembro básicamente visible a todo aquel grupo de desconocidos. El mago hizo contacto visual con él, y sin quitarle los ojos de encima introdujo una mano en la caja y le tocó en un costado de la cadera. Sergei se estremeció al sentir su tacto.

“Caballeros, no me cabe duda que están complacidos con lo que han visto hasta ahora, pero la hora del verdadero espectáculo ha llegado al fin. Nuestro joven ayudante ha sido un excelente participante, permitiéndome demostrarles mi poder, pero en este momento vamos a requerir su participación en un tipo de espectáculo diferente.” El tono del mago no le gustaba en lo absoluto a Sergei.

La audiencia vitoreo, emocionada. El mago acarició la cadera del chico, quien intentaba con desesperación alejarse de la mano en el reducido espacio; su tacto era indudablemente íntimo y dejaba en claro las intenciones del viejo. Lo tocaba con sorprendente suavidad, sobando en la parte expuesta de su cadera con las yemas de los dedos, describiendo círculos cada vez más amplios hasta llegar a tocarle en el pronunciado bulto al frente del leotardo. Sergei lo maldijo, pero el mago se limitó a sonreírle.

Una vez cruzada la frontera de tocarle en el paquete, el mago comenzó con mayor libertad a tocarle en toda el área, asegurándose siempre de permanecer a un costado para permitirle la vista a la acción a la audiencia entera. El chico sentía la mano en su entrepierna, le agarraba del paquete y lo apretaba, pero por más que se retorcía en su prisión no podía escapar. El lado posterior de la caja que contenía su cadera también contaba con su propia puertilla, la cual el mago abrió para permitirle el acceso a su trasero. Mientras que con una mano le restregaba la mano en el paquete, con la otra le sobaba las nalgas a placer, y lo único que podía hacer era ser testigo de su propio abuso desde lejos.

Quizá se tratara de los nervios, lo embarazoso de la situación, o simplemente por ser estimulado de aquella manera, pero Sergei comenzó a sentir que su miembro comenzaba poco a poco a despertar. La verdad sea dicha, aquel mago le manipulaba con gran habilidad, presionándole en el perineo, acariciándole y jugueteando con su cada vez más grande miembro por encima de la delgada tela. El bulto crecía en tamaño cada momento, aprisionado en la tela y estirándola; cada minuto era más difícil contenerlo. Finalmente, Sergei pudo ver como su erección escapó por un costado del leotardo y saltó a la vista de todos. Los aplausos no se hicieron esperar.

Una parte de Sergei no quería ver aquello, pero otra, alimentada por la curiosidad y el morbo, no podía quitar los ojos de encima. Sabía que lo que veía era a sí mismo, aquella era su erección, podía sentir aquellas manos sobre sus partes privadas, pero el estar lejos del resto de su cuerpo le hacía desasociarse de la situación. Aquél no era él, pensaba de forma inconsciente, ese al que toda esta audiencia está viendo con una gran erección en el escenario como espectáculo principal de la noche no podía ser él. Pero el sentir la cálida mano del mago directamente en su miembro le hizo volver a la realidad.

El mago le tomó del glande e hizo el prepucio para atrás, exponiendo su cabeza ante todos. Se aseguró de mostrar con sumo cuidado aquellos jugos que producía el pene en abundancia, escurriendo al piso; lo tomó con un par de dedos y separándolos mostró el fino hilo de la viscosa sustancia entre ellos. Sergei suspiró.

La masturbación del chico continuó lentamente, el mago le tomaba con tres dedos y subía y bajaba la mano a lo largo de su tronco. Sergei se sentía excitado, muy a pesar suyo; el observarse a sí mismo sólo había más intensas las sensaciones.

Con cuidado y sin dejar de masturbarle, el gran Grigori giró la caja de la cadera, revelando la parte trasera para que el culo del chico quedara a la vista de todos. Le tomó del leotardo, y con brusquedad le jaló hacia atrás, haciendo que la delgada tela se le metiese entre el culo al chico y provocándole un grito de dolor; más que un leotardo, en ese momento daba más la apariencia de un hilo dental. El mago continuó estirando la tela, jalándola hacia atrás mientras que el ayudante hacía muecas del dolor, hasta que con un chasquido el material acabó cediendo y el culo del chico quedó liberado.

La gente del público daba rechiflas y gritos, con sugerencias al mago de lo que debía hacer. Él, por su parte, le dio unas cuantas nalgadas al chico hasta dejarle la mano marcada, y con ambas manos le tomó de ellas para separarlas; Sergei jamás se había visto a sí mismo (o a nadie más) de aquella manera, podía ver su propio ojete a un metro de distancia, sentir la mano del viejo en la curvatura de sus nalgas, acariciándolas, y también como pasaba su pulgar entre ellas. La sensación le provocó escalofríos.

Una vez más, el viejo giró la caja para mostrar la verga, aún endurecida y ya no entorpecida por el pedazo de leotardo. Tomo el miembro con una mano, y mientras lo acariciaba con suavidad se dirigió a los presentes:

“¡La magia del hombre partido! Asombroso, ¿no lo creen? Pero me pregunto si podemos llevar este truco a un nuevo nivel… quizá con el uso de una pequeña herramienta.” El mago alzo la mano que no tenía ocupada hacia el público y les mostró la palma vacía. Con un rápido movimiento de muñeca, apareció en ella un pequeño aro metálico de alrededor de cuatro centímetros de diámetro que sostenía con el pulgar y el índice. El macizo aro relucía ante los reflectores, se le veía pesado pese a su tamaño. El asistente de mago lo admiró, preguntándose para qué sería usado.

La respuesta llegó al instante; el mago pasó el aro metálico por la cabeza y tronco del pene del chico, así como también por sus bolas con un poco de esfuerzo provocándole un poco de temblores cuando el frío material tocó su piel. No era más que un vulgar anillo para pene, un cockring, algo nuevo pero no desconocido para el joven muchacho. La amplitud del aro era tal que no le apretaba como suelen hacer tales herramientas, y eso era algo por lo que estaba agradecido; no obstante, el mago no había acabado con él. Con ambas manos tomó al solido objeto, y comenzó a ejercer presión; para sorpresa del chico, el aro metálico que anteriormente le había parecido absolutamente inflexible comenzó a encogerse, deformándose para hacerse cada vez más pequeño y apretado. Pronto, el aro se había reducido a tal tamaño que empezaba a causarle molestias, y conforme seguía apretando, más y más chico se hacía. Las molestias fueron en aumento, el dolor haciéndose más presente conforme aquella herramienta le comenzaba a cortar la circulación; las bolas se le habían enrojecido y las venas se marcaban en el cuerpo de la verga. Sergei jadeaba del dolor y casi sin aliento, rogó al mago que parara, pero este no se detuvo hasta que se escuchó el sonido metálico que hizo el aro al caer al suelo.

En el suelo del escenario estaba el aro, reposando acostado. Apuntando hacia el techo estaba el pene erecto del chico, con las bolas aún colgando.

Poco recordó Sergei de los instantes inmediatos a ver eso, fuera del horror de ver su hombría separada de su cuerpo. No escucho los gritos y aplausos de la gente cuando el mago mostró la herramienta, pero la sensación de ser estimulado en el pene le hizo volver en sí: a pesar de la separación física, seguía teniendo sensibilidad en él de la misma forma que podía sentir el resto de su cuerpo separado. Volteó a su entrepierna, en donde hasta hacía unos instantes se encontraba su pene, y vio que la piel estaba lisa como si de un maniquí de plástico se tratara.

El mago había desaparecido del rango de visión del muchacho, por lo que éste no podía ver qué era lo que provocaba la estimulación que su miembro cortado tenía; sin embargo, los cuchicheos de la gente, y la sensación de múltiples manos acariciando su glande, tocando sus bolas y jalando su prepucio le hizo darse cuenta que el mago había pasado el objeto por entre los espectadores. Agradeció mentalmente cuando la última de las manos se retiró y vio como el mago aparecía ante él nuevamente, pene en mano. Ahora que se encontraba separado del resto de su cuerpo, el pene del muchacho daba la apariencia de un consolador híper-realista, manufacturado con venas y adecuado color de piel.

“Mis queridos caballeros, confío que ustedes han disfrutado esta noche al menos la mitad de lo que yo me he divertido haciendo este espectáculo para ustedes. La noche es joven, y sin embargo, se acerca la hora del clímax para este show; no quisiera dejarles, por supuesto, con una imagen que les aseguro jamás olvidarán: la de un joven capaz de hacer lo que muchos otros sólo pueden soñar, la fantasía de tantos adolescentes calientes: les presento al hombre capaz de hacer un auto-fellatio.”

Sergei miró con recelo al mago. Éste le dedico una sonrisa y giró la mesa con su cabeza para que mirara a la audiencia de perfil. Frente a él puso su propio pene, duro, palpitante y excitado. Sergei miró al mago atónito y luego a su propio miembro, el cual nunca le había parecido tan grande en toda su vida como en aquel momento. Podía oler su propia esencia de la cercanía que tenía con el pedazo de carne, una fragancia fuerte y masculina que irradiaba pero jamás notaba él mismo. Estaba amedrentado, no lo creía posible pero su propia verga le hacía sentir de aquella manera. Cerró con fuerza la quijada, negándose a abrirla, mientras que el mago simplemente le tomó con fuerza de las bolas y apretó, provocándole un gran grito de dolor. En un instante, su propia tranca se le había sido introducida.

La primera reacción del muchacho ante encontrarse con algo así en su boca fue morder, pero por suerte para él pudo detenerse a tiempo antes de recordar que se trataba de sí mismo a quien estaba mamando. El mago manipulaba la herramienta para que se introdujera más y más en la garganta de Sergei, atragantándolo, mientras que él mismo estaba distraído por las sensaciones que tenía al ser chupado. Sintió como su pene se encontraba en un lugar húmedo y estrecho, en lo absoluto desagradable, y con un escalofrío sintió una ola de placer cuando al mover la lengua se tocó la punta de la cabeza. Puso los ojos en blanco cuando con su lengua jugueteo con el prepucio, introduciéndola entre este y el glande; cada acción, cada cosa que hacía con su boca era un estimulo que se provocaba a sí mismo. Nunca antes había dado sexo oral a un hombre, pero al ser el receptor de sus propios estímulos le estaba haciendo experto en ello. Saboreo su propia semilla, algo absolutamente nuevo para él, la cual tenía un gusto en exceso salado.

Muy pronto, Sergei se dejó llevar por las sensaciones provocadas por el sexo oral que se daba a sí mismo. Sus bolas se habían contraído contra el anillo, más apretadas que nunca, y este continuó su masturbación oral, sintiéndose a cada momento más y más excitado. Sabía que el momento de su propio clímax se acercaba, aunque aún era inconsciente de que tendría que tragar su propia y espesa leche al hacerlo. El mago le ayudaba, introduciendo con mayor velocidad y a gran profundidad el pene en su ansiosa boca.

Y entonces, cuando Sergei se sintió más cerca que nunca, el mago sacó al miembro ensalivado de su boca.

Decir que Sergei estaba frustrado era quedarse corto. El muchacho abría la boca y sacaba la lengua, desesperado por poder seguirse mamando, pero el mago simplemente le sonrió y agitó al pene muy cerca de él, escurriendo la saliva en el escenario. En lugar de darle lo que quería, el mago terminó de girar la mesa con la cabeza en dirección al público, olvidado por completo por el chico.

Sergei se ruborizó. Ahí había estaba él, comiendo verga como un demente y rogando por más mientras que una audiencia cachonda había estado al pendiente de cada jadeo, cada gemido. Se había desconectado de ellos por completo, perdido en su propia calentura, pero ahora, mirándolos de frente, era imposible ignorarlos. Sin embargo, estos no parecían mirarlo, su atención estaba centrada en algo a la izquierda de Sergei que éste no podía ver.

Repentinamente sintió una punzada de dolor que le hizo gritar.

El dolor provenía de su culo, y con él sintió también a su culo en un lugar muy apretado. No era difícil imaginar lo que pasaba, pero el shock no se redujo por ello: con cada estocada se penetraba a sí mismo más y más profundo, y cada vez que ocurría se estremecía su cuerpo entero; si antes su pene le había parecido enorme, grueso, pesado, ahora le parecía un monstruo, enterrado en sus entrañas. Pero lo peor de todo era el placer que sentía al mismo tiempo, el cual provenía de cogerse a sí mismo. No sabía si éste era exclusivamente por la cogida que estaba dando, o si una parte también se le sumaba el hecho de estar siendo cogido por primera vez.

¡Y aquellos rostros! Los vio a los ojos, muy a su pesar, viejos que eran testigos de su humillación, que le aplaudían y vitoreaban, gritándole obscenidades. Deseaba poder silenciarlos, pero era incapaz de ello.

Estaba atrapado en un ciclo entre el placer y el dolor, la tortura y el deleite. Apretaba el esfínter para intentar evitar la entrada a aquel objeto foráneo, pero al hacerlo sólo se provocaba mayor gozo, su pene se hacía camino por su estrecho recto, ensanchándolo y acostumbrándolo a recibirse a sí mismo.

No lo pudo evitar, por más que lo deseó. No pudo evitar que el orgasmo se acercara, poco a poco, pues su cuerpo reaccionó como haría cualquiera al coger un culo tan apretado como el suyo mismo. Con un grito, el muchacho se dejó llevar por la intensidad de las sensaciones y disparó su blanca munición en lo más profundo de sus propias entrañas, llenándole con viscosa leche.

Sergei se quedó sin aliento y cerró los ojos. Vagamente fue consciente de la ovación de pie que recibió.

* * *

Al salir de la mansión, Sergei se tocó el culo adolorido e hizo una mueca. No deseaba nada más en el mundo que correr a la policía y reportar lo ocurrido, pero ¿quién habría de creerle?

“Además...”, pensó con tristeza, metiendo la mano dentro de su pantalón y palpando el área lisa entre sus piernas “prometió que me permitiría volver a tenerlo cuando nos veamos la próxima semana…”

Wednesday, January 6, 2016

En el metro

Era la hora pico cuando Takeshi abordó el metro. Los pasajeros, él entre ellos, se movieron como un solo grupo para entrar al ya de por sí apretado vagón, haciéndose paso entre empujones tratando de encontrar la posición ideal para agarrarse de algo. Sin embargo, había tantas personas dentro que realmente no importaba, hubiera tenido grandes dificultades para tirarse al piso si así lo hubiera querido.

Takeshi tuvo la mala suerte de encontrarse en medio del carro. No había sido capaz de llegar al lado opuesto, como había querido, así que se había quedado en el medio, apenas alcanzó a tocar el poste trasero para evitar perder el balance. Usualmente trataba de llegar a la puerta más lejana de la entrada porque la gente se solía quedar cerca de las puertas por la que acababan de subir, dejándole un poco más de espacio en el otro lado.

Su mente divagó a la cena. Había estado comiendo ramen con demasiada frecuencia, no le apetecía tener que… 

Se quedó congelado en su lugar. Había sentido algo tocando ligeramente su trasero. Aquello no era por sí sólo algo inusual: el lugar estaba tan atestado que era inevitable tocarse accidentalmente de cuando en cuando. Pero la manera en que había sentido aquello… algo le decía no había sido accidental. 

La efímera sensación volvió dos veces más antes de que Takashi se decidiera a hacer algo al respecto. Lentamente logró bajar una mano y al momento en que aquel desconocido se acercó para tocarlo de nuevo lo intentó ahuyentar con la mano, pero en su torpe intento solo logro golpear a una mujer mayor en la pierna. La mujer abrió los ojos sorprendida pero por lo demás no tuvo otra reacción.

Mortificado, Takashi se obligó a sí mismo a enfocarse en mirar por fuera de las ventanas. Decidió ignorar lo que pensaba era una mano traviesa que se acercaba a tocar su posterior una y otra vez; sin duda, quien sea que estaba haciéndolo se detendría en cualquier momento.

Pero no fue así. Al contrario, el toqueteo se hizo más y más frecuente y lo que era peor, incluso comenzaba a permanecer por períodos más largos de tiempo en su trasero. A pesar de ello, Takashi siguió rehusándose a defenderse en forma alguna, contando en su mente los minutos faltantes antes de llegar a su destino. 

El metro se detuvo en la estación Kasuga. Parte de la multitud abandonó prestamente el vagón, y Takeshi decidió sería buena idea salir y tomar el siguiente tren, aunque ello significara tener que esperar por un rato. Ciertamente sería mejor que quedarse y seguir siendo presa de aquel… pervertido. Para el momento en que se decidió a hacerlo y se empezó a dirigir hacia afuera ya comenzaban a entrar nuevos pasajeros, dificultando la tarea de llegar a la salida. De la nada, un hombre de gran altura se plantó justo enfrente de él, dándole la espalda; intentó rodearlo, pero las personas en sus costados ignoraron sus peticiones de dejarle pasar. No los había visto previamente.

Las puertas se cerraron. No había sido capaz de salir, pero al menos había podido moverse de su posición anterior, lejos de las maliciosas manos. Su alivio fue efímero, sin embargo: un frío escalofrío recorrió su espalda al sentir una cálida mano tocando descaradamente su culo. El sentimiento era diferente al que había tenido antes, quien fuera que lo hacía lo hacía de forma desvergonzada, frotando firmemente el trasero de Takeshi con la palma entera como si le perteneciese.

Aquello fue la gota que colmó el vaso para Takeshi, quien había aguantado la humillación hasta ese momento. Tenía que salir, y rápido; con desesperación empujó al tipo alto frente a él para poder escapar, pero el hombre era más macizo de lo que aparentaba y no cedió ni un milímetro. Las débiles protestas de Takeshi no fueron escuchadas… o posiblemente ignoradas. Mientras tanto, la mano en su culo continuó ininterrumpida en su faena, agarrando lascivamente las nalgas cubiertas por el pantalón de mezclilla. Sintió arder sus mejillas. Se preguntó qué reacción tendrían el resto de los pasajeros de enterarse de la manera en que estaba siendo tratado… de la manera en que estaba permitiendo que lo trataran.

Para ese momento Takeshi estaba bastante seguro que el hombre frente a él le estaba ignorando intencionalmente. Se sentía atrapado, aún más que antes, los tipos a su alrededor estaban demasiado cerca y le impedían al menos girarse en su lugar. Un breve pero perturbador pensamiento cruzó su mente: ¿Y si la persona que le estaba toqueteando no se encontraba sola?
Como respondiendo a su pregunta, una segunda mano comenzó a tocarlo, esta vez al frente. Se estremeció. A la edad de 22 años, Takeshi había dedicado la mayor parte de su vida a los estudios a costa de su vida personal, y hasta ese momento nunca nadie le había tocado de manera tan íntima en sus partes privadas, ni siquiera por encima de su ropa. El sentimiento no le era del todo desagradable, pero esa no era la manera en que él quería que sucediera, no así... 

Su cuerpo, sin embargo, reaccionaba en automático a las estimulaciones. Pronto se encontró para su gran vergüenza con una gran erección provocada por ambos estímulos; ahora quería evitar con más razón aún el llamar la atención del resto de los pasajeros, y que le encontraran en aquella vergonzosa situación. Se retorció gimiendo quedamente en su lugar, pero sus patéticos intentos por escapar no le ayudaron en lo absoluto. 

Las manos en su cuerpo incrementaron de número y se volvían más y más atrevidas. Sobaban con aspereza sus nalgas, las apretaban, le agarraban de su miembro endurecido y lo presionaban con brusquedad contra su pantalón de mezclilla. El grupo que lo rodeaba le escondía del resto de los pasajeros, nadie más de enteraba de lo ocurrido entre Takeshi y sus “compañeros”.

Takeshi se mordió el labio para no hacer ruido y evitar llamar la atención. Una mano se había colado por debajo de su playera y le acariciaba la espalda baja, usando dos dedos para recorrerla como si se tratase de un animal caminando por su pálida piel. Al hacerlo, su playera se había alzado un poco, y las otras manos siguieron el ejemplo de la primera para tocarle con sorprendente delicadeza en su estómago.

Los alrededores del ombligo de Takeshi estaban casi completamente lampiños, la más ligera capa de muy suave y claro vello lo cubrían. Una mano jugueteaba con el área, trazando círculos con su dedo índice alrededor del ombligo, incomodándolo profundamente.

Armado una vez más de valor, Takeshi intentó ahuyentar con las manos nuevamente a las visitas indeseadas; logró detener a una de ellas, pero pronto le agarraron de las muñecas con gran fuerza, lastimándolo. Claudicó en su intento por defenderse, más no le soltaron. 

Las manos expandían cada minuto su área de exploración, envalentonadas por la ausencia de repercusiones. Uno de los hombres a espaldas de Takeshi se le acercó hasta que éste pudo sentir su aliento a un lado de su cara; olía un poco a alcohol y agua de colonia, con sus callosas manos le tocaba el pecho por debajo de su playera, acariciando sus pectorales. Takeshi comenzó a jadear cuando le tomó sin muchos miramientos directamente de sus pezones, pellizcándolos con su dedo pulgar e índice.

Takeshi sudaba copiosamente. La situación había evolucionado demasiado deprisa, no podía ni sabía cómo reaccionar, la mente se le había nublado, producto del shock de la situación y la estimulación que recibía. Vio que el metro se acercaba a la siguiente estación y se preguntó qué es lo que ocurriría, qué sería de él. Quizá alguien le vería y le auxiliaría, pero al mismo tiempo no quería que nadie lo viera así.

En cuanto las puertas del metro se abrieron al llegar a la estación de Sengoku, Takeshi fue empujado por sus atacantes al extremo opuesto, lejos de la salida. Lo llevaron hasta la puerta opuesta, el lugar que Takeshi había buscado ocupar cuando había subido al metro originalmente. Ahí le arrinconaron, aprisionándolo entre ellos y las puertas que no se abrirían.

Takeshi pudo ver por primera vez al señor alto que le había impedido el paso originalmente. Era al menos una cabeza más alto que él, vestía una camisa arrugada y un traje viejo y desgastado, y parecía tener alrededor de cuarenta años. No hacía contacto visual con él, mirando hacia un punto indeterminado por fuera de la ventana. 

Los toqueteos se reanudaron en cuanto el tren comenzó nuevamente a moverse. Sus nuevas posiciones les permitió a los agresores acceder al cuerpo de Takeshi de forma más directa, alguno de ellos comenzó incluso a desabrochar su cinturón. Takeshi miró alrededor, nervioso, buscando si alguien se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo, pero sólo vio rostros apáticos y miradas desenfocadas, perdidos cada uno en su mundo.

Sin el cinturón, el pantalón de Takeshi bajó un poco dejando entrever la orilla de su ropa interior, un bóxer ajustado de sólido azul marino. El detalle no pasó desapercibido por quienes abusaban de él, quienes poco a poco fueron introduciendo dedos para explorar el área entre el pantalón de mezclilla y su ropa interior. La delgada tela del bóxer era como una segunda piel, se le pegaba de tal forma que marcaba perfectamente su figura; podía sentir la calidez de las manos que le sobaban casi como si lo hicieran sobre su misma piel. Más y más de las manos de sus agresores se introdujeron hasta que uno de ellos había metido la mano entera, restregándola contra su trasero. Usaba su dedo medio para estirar un pedazo de la tela en dirección a su agujero, pero lo apretado de la ropa interior impidió que llegara hasta él.

Por el otro lado, dos dedos de una mano diferente se habían hecho paso por el frente. El miembro de Takeshi se había endurecido ante el constante toqueteo, y entonces aquellos dedos se posaron directamente sobre la ropa interior que cubría su cabeza, frotándose contra ella. Takeshi  suspiró y sintió que sus rodillas le fallaban cuando los dedos comenzaron a describir un movimiento circular en la cabeza de su pene, esparciendo el líquido pre-seminal y transparentando con ello su ropa interior. Takeshi se intentó encoger en su lugar, doblando ligeramente las rodillas y haciendo hacia atrás su cadera, sacando más su culo al hacerlo.

Sus atacantes, sin embargo, cada vez querían más. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a bajar su pantalón directamente, y sin el cinturón, éste cayó hasta sus tobillos. Takeshi no podía agacharse a recogerlos, aún le tenían agarrado de las muñecas y el metro estaba tan o más lleno que antes, limitando el movimiento.

Las manos, que hasta ese momento solo habían tocado directamente su piel por encima de la cadera, pasaron a explorar el área debajo de su bóxer. Takeshi cerró los ojos cuando sintió las cálidas manos en sus nalgas, sobándolas toscamente. No quería estar ahí, quería que todo terminara.

Las personas que le rodeaban, sin embargo, no habían acabado con él. Uno de los dedos en su trasero, el que anteriormente había intentado infructuosamente presionar la ropa interior contra su agujero, se hizo paso por entre las nalgas de su víctima para llegar a la rosada abertura. Takeshi dio un respingo al sentir el extraño invasor tocándole en un área tan privada; su rostro se coloró aún más escarlata de lo que ya estaba, al punto que le pareció irradiaba calor. El dedo describió círculos alrededor de su ano, presionándose contra el mismo pero sin llegar a entrar.

Bruscamente, las manos salieron del bóxer y Takeshi fue girado en su lugar. Su cabeza se golpeó contra el vidrio de la puerta que miraba a la línea opuesta del metro, en donde sólo se veía la pared del túnel por el que avanzaban rápidamente. Las manos no tardaron en lanzarse sobre él nuevamente, lo hicieron por encima de la playera y la ropa interior pero en absoluto descaro: con dos manos se agarraron de su pecho juntando sus pectorales haciéndole ver cómo los senos de una chica, pellizcándole de cuando en cuando los pezones; otras manos le amasaban las nalgas mientras que unas más le tomaban de su miembro y sus testículos, de una forma tan tosca que le hacían daño. Uno de los atacantes, el que le agarraba del pecho, acercó su rostro a Takeshi e introdujo su lengua en oído, para su gran repugnancia. Atacado de todos los frentes, su víctima se removió profundamente incómodo en su lugar.

La persona que le chupaba el oído le soltó del pecho para darle paso a alguien más con tijeras en la mano. Takeshi miró al filoso objeto con preocupación. Con una mano le agarraron la playera a la altura del pezón derecho, separándola de su cuerpo y cortándola con las tijeras; repitieron la operación con el lado izquierdo de su playera, dejando así dos agujeros circulares que exponían sus pezones a la vista de todos. Pronto volvieron las manos que gustaban de jugar con su pecho, pudiendo ahorra agarrar a los pezones directamente y pellizcarlos.

Quienes se enfocaban en el área inferior también tenían sus propios planes. No fue suficiente para ellos el poder tocarle a placer, la tela de la ropa interior les seguía impidiendo un poco el movimiento, por lo que uno de ellos la agarró de tela en la parte trasera y con ambas manos estiró, haciendo fuerza. El sonido de tela desgarrándose pasó disimulado entre el ruido de la gente platicando y los sonidos propios del metro, pero Takeshi pudo sentir sus efectos: su bóxer había quedado hecho jirones, aún tenía el elástico en su cadera pero la tela debajo del mismo estaba totalmente desgarrada. Su pene, hinchado por tanta estimulación, había escapado de su apretada prisión, dejando caer en el piso del metro un espeso hilo de líquido pre-seminal. 

Cuando la puerta se abrió en la siguiente estación, una corriente de aire pasó por el metro, haciendo que el chico prácticamente desnudo y expuesto se estremeciera. Su pantalón estaba en sus tobillos, la ropa interior la tenía deshecha y su playera ahora tenía agujeros en los pezones; sus atacantes no habían tenido miramientos en lo que le hacían, pero la pesadilla no había acabado.

Siendo entonces que el culo de Takeshi se encontraba totalmente disponible, sin nada que le protegiera, sus atacantes se lanzaron sobre él en conjunto; le magreaban las nalgas entre todos, pellizcándole donde querían. Takeshi gimió, adolorido por el trato que le daban, pero no hizo otro intento por escapar.

Un par de manos le tomaron de las nalgas, separándolas. Su ano quedó así expuesto ante la libidinosa mirada del victimario que se encontraba directamente detrás de él, para su gran placer; Takeshi apoyó las manos contra el vidrio de la puerta para no perder el equilibrio e intentó apretar su esfínter, haciendo que su ano se contrajera como si guiñara. Sus atacantes no perdieron tiempo en explorar la virgen entrada del chico con un dedo ensalivado, intentando introducirlo sin éxito. 

El dedo ensalivado se hizo a un lado, y un frío líquido viscoso cayó en el culo del chico, un poco por encima de la entrada. La sustancia se hizo camino lentamente entre sus nalgas, descendiendo hasta llegar al ojete, en donde el gordo dedo índice le empujó hacia adentro. Takashi se turbó. Su entrada no ofreció la misma resistencia que había hecho previamente, con la sustancia el dedo pudo deslizarse aunque con esfuerzos, y pronto pudo sentir que había llegado a meterle hasta el nudillo. 

Takeshi cerró fuertemente los ojos. Intentaba imaginar que estaba en otra parte, haciendo cualquier otra cosa, pero era imposible, cada punzada de dolor le traía violentamente de vuelta a la realidad que vivía en ese momento. Había, al menos, olvidado que se encontraba en el metro, en lo único que pensaba era en aquel dedo gordo en su interior y aquellas toscas manos que le agarraban de todo el cuerpo. El dedo, por su parte, entraba y salía cada vez con mayor facilidad, lubricando el recto del joven muchacho.

Un dedo dio paso a dos, y eventualmente a tres, además de más lubricante. El dolor que sentía se había visto limitado por el incremento gradual pero de cualquier manera estaba adolorido y gemía, producto de las vejaciones de las que era víctima. La peor parte, sin embarga, aún estaba por venir. 

Los dedos en su interior se retiraron tan bruscamente como habían aparecido, aunque el alivio de Takeshi no duró mucho. A pesar del ruido del vagón, pudo escuchar con claridad el sonido de una bragueta al bajar. Preparándose para lo peor, apretó aún más los ojos.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir algo considerablemente más grueso que cualquiera de los dedos en su trasero. Se negaba a abrir los ojos, se sentía prisionero en su propio cuerpo, incapaz de moverse, pero cuando el miembro de su acompañante se apoyó en el agujero de su culo su mandíbula comenzó a temblar y sus dientes a castañear sin control.

El ingreso no fue fácil. El agresor había cubierto a su verga con abundante lubricante, y la entrada de Takeshi también había sido rigurosamente trabajada, pero la incómoda posición dificultaba el acto. La persona guió a su miembro con una mano y con la otra le tomó de la cadera, mientras que los demás le seguían agarrando de las nalgas para mantenerlas separadas y jugaban con su cuerpo. Eventualmente, pudo dar en el blanco con una fuerte estocada, la cual hizo que Takashi diera un grito de dolor, ahogado por la mano de uno de los victimarios en la boca del muchacho.

A los movimientos del vaivén del tren se le sumaron los movimientos de la persona que le penetraba, la cual lo hacía sin miramientos. No había esperado a que se acostumbrase al tamaño del pedazo de carne en su interior, simplemente movía la cadera con gran velocidad haciéndole mucho daño. Takeshi se había quedado sin aliento, la mano en su boca le dificultaba la respiración y aún con los ojos cerrados le pareció ver estrellas. Su propio pene se había encogido ante el maltrato recibido por la pandilla de violadores que le rodeaba, hecho que no pasó desapercibido por una de las traviesas manos, quien inmediatamente comenzó a trabajar para que recuperara su dureza.

Los estímulos que Takeshi recibió eran muchos. El foco de su atención estaba centrado en su adolorido culo, pero también estaba siendo masturbado, magreado de las bolas y manoseado del pecho y espalda además de pellizcado de los pezones. Su mente no podía procesar todo lo que ocurría, hacía apenas media hora era sólo un joven estudiante virgen absolutamente inexperimentado en las áreas sexuales, y de pronto era víctima de una pandilla de violadores y tocado y manoseado en áreas y formas que jamás había imaginado. 

El tren comenzó a disminuir su velocidad. Una parte de él comprendió que se acercaban a la siguiente estación, pero no pensó más en ello, envuelto como estaba en las sensaciones.

El pene de Takeshi, para su horror, comenzó a reaccionar de manera automática a las hábiles manipulaciones manuales, y pronto volvió a su antiguo grosor. Aún peor, empezaba a sentir un cierto grado de placer que le preocupaba, sus bolas se habían contraído contra su cuerpo. La persona que le penetraba sacó tres cuartas partes de su miembro, sólo para volver a acometer contra su víctima. La mejilla de Takeshi fue presionaba contra el vidrio por el violento movimiento y su pene dio un pequeño salto. El atacante repitió el movimiento un par de ocasiones más, quitándole el aliento a Takeshi en cada ocasión; su mejilla seguía apretada contra el vidrio de la puerta y apoyaba también la palma de sus manos contra ella.

Una luz le hizo abrir los ojos. Lo que vio al abrirlos le horrorizó.

Un grupo de personas le veía en la estación opuesta. La mayoría le miraban con espanto, algunos con repulsión o con sorpresa. Un grupo de muchachos le tomaban fotos, algunas con flash, usando su celular, y otro parecía estar grabando la violación de la que era víctima mientras que un viejo le gritaba cosas que no podía escuchar. Las vías del otro metro le separaban del gentío, pero no de sus miradas penetrantes, testigos todos de cómo Takeshi perdía su virginidad con un grupo de desconocidos en un metro público. La estimulación, sin embargo, no se había detenido en ningún momento. Mezclado con la angustia que tenía llegó a sentir algo extraño dentro de él que iba en aumento, con temor sintió cómo la estimulación se duplicaba y crecía; poniendo los ojos en blanco y frente a su audiencia, Takeshi soltó una gran disparo de semen que manchó el vidrio, justo en el instante en que otro metro llegó a la estación opuesta y se interpuso entre los testigos y él, y el suyo reanudaba su propia marcha. 

Sus rodillas flaquearon, producto del intenso orgasmo que aún experimentaba, y sintió que caería al piso. Otros chorros de semen siguieron saliendo de él, cada vez en menor intensidad. Los violadores le sostenían y continuaban manoseándolo sin darle tregua; algunos habían sacado sus propios miembros y los agitaban con gran velocidad, excitados por la escena que acababan de presenciar. No tardaron en explotar ellos también, expulsando grueso y espeso semen que cayó al piso o manchó a Takeshi en las piernas y en su pantalón. Mientras tanto, quien le penetraba lo hacía con mayor ahínco, dando ahora punzadas cortas y rápidas. Comenzó a jadear, y con un gruñido él también se corrió; Takeshi estaba bajando de su propia euforia, y sintió cuando la verga en su interior comenzó a palpitar y expulsar su espesa leche dentro de su recto.

Del culo de Takeshi aún escurría aquel blancuzco líquido cuando dos de los victimarios le subieron el pantalón. Se sintió asqueado y confundido por lo que acababa de pasar, sintió cómo el metro se detuvo al llegar a la siguiente estación y, un poco mareado, se dejó llevar por la marea de gente que le empujaba al exterior. No estaba seguro qué había sido de sus agresores ni de en qué estación se encontraba ya, sólo quería salir de ahí, del infernal metro que le había llevado a experimentar sensaciones como nunca había tenido ni nunca volvería a tener. Trastabillando, se dirigió a la salida, sólo vagamente notando las extrañas miradas que le dirigía la gente al ver a un estudiante con la ropa desajustada, el pantalón arrugado y manchado y con los pezones expuestos. Quería olvidar y jamás volver a pensar en lo ocurrido. Su culo le dolía...

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“Esta noche: Impactante video de un joven, víctima de abusadores en la línea Toei Mita. Les advertimos a los televidentes que las siguientes imágenes son altamente gráficas y perturbadoras, por lo que el contenido queda a reserva del espectador...”