Wednesday, January 6, 2016

En el metro

Era la hora pico cuando Takeshi abordó el metro. Los pasajeros, él entre ellos, se movieron como un solo grupo para entrar al ya de por sí apretado vagón, haciéndose paso entre empujones tratando de encontrar la posición ideal para agarrarse de algo. Sin embargo, había tantas personas dentro que realmente no importaba, hubiera tenido grandes dificultades para tirarse al piso si así lo hubiera querido.

Takeshi tuvo la mala suerte de encontrarse en medio del carro. No había sido capaz de llegar al lado opuesto, como había querido, así que se había quedado en el medio, apenas alcanzó a tocar el poste trasero para evitar perder el balance. Usualmente trataba de llegar a la puerta más lejana de la entrada porque la gente se solía quedar cerca de las puertas por la que acababan de subir, dejándole un poco más de espacio en el otro lado.

Su mente divagó a la cena. Había estado comiendo ramen con demasiada frecuencia, no le apetecía tener que… 

Se quedó congelado en su lugar. Había sentido algo tocando ligeramente su trasero. Aquello no era por sí sólo algo inusual: el lugar estaba tan atestado que era inevitable tocarse accidentalmente de cuando en cuando. Pero la manera en que había sentido aquello… algo le decía no había sido accidental. 

La efímera sensación volvió dos veces más antes de que Takashi se decidiera a hacer algo al respecto. Lentamente logró bajar una mano y al momento en que aquel desconocido se acercó para tocarlo de nuevo lo intentó ahuyentar con la mano, pero en su torpe intento solo logro golpear a una mujer mayor en la pierna. La mujer abrió los ojos sorprendida pero por lo demás no tuvo otra reacción.

Mortificado, Takashi se obligó a sí mismo a enfocarse en mirar por fuera de las ventanas. Decidió ignorar lo que pensaba era una mano traviesa que se acercaba a tocar su posterior una y otra vez; sin duda, quien sea que estaba haciéndolo se detendría en cualquier momento.

Pero no fue así. Al contrario, el toqueteo se hizo más y más frecuente y lo que era peor, incluso comenzaba a permanecer por períodos más largos de tiempo en su trasero. A pesar de ello, Takashi siguió rehusándose a defenderse en forma alguna, contando en su mente los minutos faltantes antes de llegar a su destino. 

El metro se detuvo en la estación Kasuga. Parte de la multitud abandonó prestamente el vagón, y Takeshi decidió sería buena idea salir y tomar el siguiente tren, aunque ello significara tener que esperar por un rato. Ciertamente sería mejor que quedarse y seguir siendo presa de aquel… pervertido. Para el momento en que se decidió a hacerlo y se empezó a dirigir hacia afuera ya comenzaban a entrar nuevos pasajeros, dificultando la tarea de llegar a la salida. De la nada, un hombre de gran altura se plantó justo enfrente de él, dándole la espalda; intentó rodearlo, pero las personas en sus costados ignoraron sus peticiones de dejarle pasar. No los había visto previamente.

Las puertas se cerraron. No había sido capaz de salir, pero al menos había podido moverse de su posición anterior, lejos de las maliciosas manos. Su alivio fue efímero, sin embargo: un frío escalofrío recorrió su espalda al sentir una cálida mano tocando descaradamente su culo. El sentimiento era diferente al que había tenido antes, quien fuera que lo hacía lo hacía de forma desvergonzada, frotando firmemente el trasero de Takeshi con la palma entera como si le perteneciese.

Aquello fue la gota que colmó el vaso para Takeshi, quien había aguantado la humillación hasta ese momento. Tenía que salir, y rápido; con desesperación empujó al tipo alto frente a él para poder escapar, pero el hombre era más macizo de lo que aparentaba y no cedió ni un milímetro. Las débiles protestas de Takeshi no fueron escuchadas… o posiblemente ignoradas. Mientras tanto, la mano en su culo continuó ininterrumpida en su faena, agarrando lascivamente las nalgas cubiertas por el pantalón de mezclilla. Sintió arder sus mejillas. Se preguntó qué reacción tendrían el resto de los pasajeros de enterarse de la manera en que estaba siendo tratado… de la manera en que estaba permitiendo que lo trataran.

Para ese momento Takeshi estaba bastante seguro que el hombre frente a él le estaba ignorando intencionalmente. Se sentía atrapado, aún más que antes, los tipos a su alrededor estaban demasiado cerca y le impedían al menos girarse en su lugar. Un breve pero perturbador pensamiento cruzó su mente: ¿Y si la persona que le estaba toqueteando no se encontraba sola?
Como respondiendo a su pregunta, una segunda mano comenzó a tocarlo, esta vez al frente. Se estremeció. A la edad de 22 años, Takeshi había dedicado la mayor parte de su vida a los estudios a costa de su vida personal, y hasta ese momento nunca nadie le había tocado de manera tan íntima en sus partes privadas, ni siquiera por encima de su ropa. El sentimiento no le era del todo desagradable, pero esa no era la manera en que él quería que sucediera, no así... 

Su cuerpo, sin embargo, reaccionaba en automático a las estimulaciones. Pronto se encontró para su gran vergüenza con una gran erección provocada por ambos estímulos; ahora quería evitar con más razón aún el llamar la atención del resto de los pasajeros, y que le encontraran en aquella vergonzosa situación. Se retorció gimiendo quedamente en su lugar, pero sus patéticos intentos por escapar no le ayudaron en lo absoluto. 

Las manos en su cuerpo incrementaron de número y se volvían más y más atrevidas. Sobaban con aspereza sus nalgas, las apretaban, le agarraban de su miembro endurecido y lo presionaban con brusquedad contra su pantalón de mezclilla. El grupo que lo rodeaba le escondía del resto de los pasajeros, nadie más de enteraba de lo ocurrido entre Takeshi y sus “compañeros”.

Takeshi se mordió el labio para no hacer ruido y evitar llamar la atención. Una mano se había colado por debajo de su playera y le acariciaba la espalda baja, usando dos dedos para recorrerla como si se tratase de un animal caminando por su pálida piel. Al hacerlo, su playera se había alzado un poco, y las otras manos siguieron el ejemplo de la primera para tocarle con sorprendente delicadeza en su estómago.

Los alrededores del ombligo de Takeshi estaban casi completamente lampiños, la más ligera capa de muy suave y claro vello lo cubrían. Una mano jugueteaba con el área, trazando círculos con su dedo índice alrededor del ombligo, incomodándolo profundamente.

Armado una vez más de valor, Takeshi intentó ahuyentar con las manos nuevamente a las visitas indeseadas; logró detener a una de ellas, pero pronto le agarraron de las muñecas con gran fuerza, lastimándolo. Claudicó en su intento por defenderse, más no le soltaron. 

Las manos expandían cada minuto su área de exploración, envalentonadas por la ausencia de repercusiones. Uno de los hombres a espaldas de Takeshi se le acercó hasta que éste pudo sentir su aliento a un lado de su cara; olía un poco a alcohol y agua de colonia, con sus callosas manos le tocaba el pecho por debajo de su playera, acariciando sus pectorales. Takeshi comenzó a jadear cuando le tomó sin muchos miramientos directamente de sus pezones, pellizcándolos con su dedo pulgar e índice.

Takeshi sudaba copiosamente. La situación había evolucionado demasiado deprisa, no podía ni sabía cómo reaccionar, la mente se le había nublado, producto del shock de la situación y la estimulación que recibía. Vio que el metro se acercaba a la siguiente estación y se preguntó qué es lo que ocurriría, qué sería de él. Quizá alguien le vería y le auxiliaría, pero al mismo tiempo no quería que nadie lo viera así.

En cuanto las puertas del metro se abrieron al llegar a la estación de Sengoku, Takeshi fue empujado por sus atacantes al extremo opuesto, lejos de la salida. Lo llevaron hasta la puerta opuesta, el lugar que Takeshi había buscado ocupar cuando había subido al metro originalmente. Ahí le arrinconaron, aprisionándolo entre ellos y las puertas que no se abrirían.

Takeshi pudo ver por primera vez al señor alto que le había impedido el paso originalmente. Era al menos una cabeza más alto que él, vestía una camisa arrugada y un traje viejo y desgastado, y parecía tener alrededor de cuarenta años. No hacía contacto visual con él, mirando hacia un punto indeterminado por fuera de la ventana. 

Los toqueteos se reanudaron en cuanto el tren comenzó nuevamente a moverse. Sus nuevas posiciones les permitió a los agresores acceder al cuerpo de Takeshi de forma más directa, alguno de ellos comenzó incluso a desabrochar su cinturón. Takeshi miró alrededor, nervioso, buscando si alguien se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo, pero sólo vio rostros apáticos y miradas desenfocadas, perdidos cada uno en su mundo.

Sin el cinturón, el pantalón de Takeshi bajó un poco dejando entrever la orilla de su ropa interior, un bóxer ajustado de sólido azul marino. El detalle no pasó desapercibido por quienes abusaban de él, quienes poco a poco fueron introduciendo dedos para explorar el área entre el pantalón de mezclilla y su ropa interior. La delgada tela del bóxer era como una segunda piel, se le pegaba de tal forma que marcaba perfectamente su figura; podía sentir la calidez de las manos que le sobaban casi como si lo hicieran sobre su misma piel. Más y más de las manos de sus agresores se introdujeron hasta que uno de ellos había metido la mano entera, restregándola contra su trasero. Usaba su dedo medio para estirar un pedazo de la tela en dirección a su agujero, pero lo apretado de la ropa interior impidió que llegara hasta él.

Por el otro lado, dos dedos de una mano diferente se habían hecho paso por el frente. El miembro de Takeshi se había endurecido ante el constante toqueteo, y entonces aquellos dedos se posaron directamente sobre la ropa interior que cubría su cabeza, frotándose contra ella. Takeshi  suspiró y sintió que sus rodillas le fallaban cuando los dedos comenzaron a describir un movimiento circular en la cabeza de su pene, esparciendo el líquido pre-seminal y transparentando con ello su ropa interior. Takeshi se intentó encoger en su lugar, doblando ligeramente las rodillas y haciendo hacia atrás su cadera, sacando más su culo al hacerlo.

Sus atacantes, sin embargo, cada vez querían más. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a bajar su pantalón directamente, y sin el cinturón, éste cayó hasta sus tobillos. Takeshi no podía agacharse a recogerlos, aún le tenían agarrado de las muñecas y el metro estaba tan o más lleno que antes, limitando el movimiento.

Las manos, que hasta ese momento solo habían tocado directamente su piel por encima de la cadera, pasaron a explorar el área debajo de su bóxer. Takeshi cerró los ojos cuando sintió las cálidas manos en sus nalgas, sobándolas toscamente. No quería estar ahí, quería que todo terminara.

Las personas que le rodeaban, sin embargo, no habían acabado con él. Uno de los dedos en su trasero, el que anteriormente había intentado infructuosamente presionar la ropa interior contra su agujero, se hizo paso por entre las nalgas de su víctima para llegar a la rosada abertura. Takeshi dio un respingo al sentir el extraño invasor tocándole en un área tan privada; su rostro se coloró aún más escarlata de lo que ya estaba, al punto que le pareció irradiaba calor. El dedo describió círculos alrededor de su ano, presionándose contra el mismo pero sin llegar a entrar.

Bruscamente, las manos salieron del bóxer y Takeshi fue girado en su lugar. Su cabeza se golpeó contra el vidrio de la puerta que miraba a la línea opuesta del metro, en donde sólo se veía la pared del túnel por el que avanzaban rápidamente. Las manos no tardaron en lanzarse sobre él nuevamente, lo hicieron por encima de la playera y la ropa interior pero en absoluto descaro: con dos manos se agarraron de su pecho juntando sus pectorales haciéndole ver cómo los senos de una chica, pellizcándole de cuando en cuando los pezones; otras manos le amasaban las nalgas mientras que unas más le tomaban de su miembro y sus testículos, de una forma tan tosca que le hacían daño. Uno de los atacantes, el que le agarraba del pecho, acercó su rostro a Takeshi e introdujo su lengua en oído, para su gran repugnancia. Atacado de todos los frentes, su víctima se removió profundamente incómodo en su lugar.

La persona que le chupaba el oído le soltó del pecho para darle paso a alguien más con tijeras en la mano. Takeshi miró al filoso objeto con preocupación. Con una mano le agarraron la playera a la altura del pezón derecho, separándola de su cuerpo y cortándola con las tijeras; repitieron la operación con el lado izquierdo de su playera, dejando así dos agujeros circulares que exponían sus pezones a la vista de todos. Pronto volvieron las manos que gustaban de jugar con su pecho, pudiendo ahorra agarrar a los pezones directamente y pellizcarlos.

Quienes se enfocaban en el área inferior también tenían sus propios planes. No fue suficiente para ellos el poder tocarle a placer, la tela de la ropa interior les seguía impidiendo un poco el movimiento, por lo que uno de ellos la agarró de tela en la parte trasera y con ambas manos estiró, haciendo fuerza. El sonido de tela desgarrándose pasó disimulado entre el ruido de la gente platicando y los sonidos propios del metro, pero Takeshi pudo sentir sus efectos: su bóxer había quedado hecho jirones, aún tenía el elástico en su cadera pero la tela debajo del mismo estaba totalmente desgarrada. Su pene, hinchado por tanta estimulación, había escapado de su apretada prisión, dejando caer en el piso del metro un espeso hilo de líquido pre-seminal. 

Cuando la puerta se abrió en la siguiente estación, una corriente de aire pasó por el metro, haciendo que el chico prácticamente desnudo y expuesto se estremeciera. Su pantalón estaba en sus tobillos, la ropa interior la tenía deshecha y su playera ahora tenía agujeros en los pezones; sus atacantes no habían tenido miramientos en lo que le hacían, pero la pesadilla no había acabado.

Siendo entonces que el culo de Takeshi se encontraba totalmente disponible, sin nada que le protegiera, sus atacantes se lanzaron sobre él en conjunto; le magreaban las nalgas entre todos, pellizcándole donde querían. Takeshi gimió, adolorido por el trato que le daban, pero no hizo otro intento por escapar.

Un par de manos le tomaron de las nalgas, separándolas. Su ano quedó así expuesto ante la libidinosa mirada del victimario que se encontraba directamente detrás de él, para su gran placer; Takeshi apoyó las manos contra el vidrio de la puerta para no perder el equilibrio e intentó apretar su esfínter, haciendo que su ano se contrajera como si guiñara. Sus atacantes no perdieron tiempo en explorar la virgen entrada del chico con un dedo ensalivado, intentando introducirlo sin éxito. 

El dedo ensalivado se hizo a un lado, y un frío líquido viscoso cayó en el culo del chico, un poco por encima de la entrada. La sustancia se hizo camino lentamente entre sus nalgas, descendiendo hasta llegar al ojete, en donde el gordo dedo índice le empujó hacia adentro. Takashi se turbó. Su entrada no ofreció la misma resistencia que había hecho previamente, con la sustancia el dedo pudo deslizarse aunque con esfuerzos, y pronto pudo sentir que había llegado a meterle hasta el nudillo. 

Takeshi cerró fuertemente los ojos. Intentaba imaginar que estaba en otra parte, haciendo cualquier otra cosa, pero era imposible, cada punzada de dolor le traía violentamente de vuelta a la realidad que vivía en ese momento. Había, al menos, olvidado que se encontraba en el metro, en lo único que pensaba era en aquel dedo gordo en su interior y aquellas toscas manos que le agarraban de todo el cuerpo. El dedo, por su parte, entraba y salía cada vez con mayor facilidad, lubricando el recto del joven muchacho.

Un dedo dio paso a dos, y eventualmente a tres, además de más lubricante. El dolor que sentía se había visto limitado por el incremento gradual pero de cualquier manera estaba adolorido y gemía, producto de las vejaciones de las que era víctima. La peor parte, sin embarga, aún estaba por venir. 

Los dedos en su interior se retiraron tan bruscamente como habían aparecido, aunque el alivio de Takeshi no duró mucho. A pesar del ruido del vagón, pudo escuchar con claridad el sonido de una bragueta al bajar. Preparándose para lo peor, apretó aún más los ojos.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir algo considerablemente más grueso que cualquiera de los dedos en su trasero. Se negaba a abrir los ojos, se sentía prisionero en su propio cuerpo, incapaz de moverse, pero cuando el miembro de su acompañante se apoyó en el agujero de su culo su mandíbula comenzó a temblar y sus dientes a castañear sin control.

El ingreso no fue fácil. El agresor había cubierto a su verga con abundante lubricante, y la entrada de Takeshi también había sido rigurosamente trabajada, pero la incómoda posición dificultaba el acto. La persona guió a su miembro con una mano y con la otra le tomó de la cadera, mientras que los demás le seguían agarrando de las nalgas para mantenerlas separadas y jugaban con su cuerpo. Eventualmente, pudo dar en el blanco con una fuerte estocada, la cual hizo que Takashi diera un grito de dolor, ahogado por la mano de uno de los victimarios en la boca del muchacho.

A los movimientos del vaivén del tren se le sumaron los movimientos de la persona que le penetraba, la cual lo hacía sin miramientos. No había esperado a que se acostumbrase al tamaño del pedazo de carne en su interior, simplemente movía la cadera con gran velocidad haciéndole mucho daño. Takeshi se había quedado sin aliento, la mano en su boca le dificultaba la respiración y aún con los ojos cerrados le pareció ver estrellas. Su propio pene se había encogido ante el maltrato recibido por la pandilla de violadores que le rodeaba, hecho que no pasó desapercibido por una de las traviesas manos, quien inmediatamente comenzó a trabajar para que recuperara su dureza.

Los estímulos que Takeshi recibió eran muchos. El foco de su atención estaba centrado en su adolorido culo, pero también estaba siendo masturbado, magreado de las bolas y manoseado del pecho y espalda además de pellizcado de los pezones. Su mente no podía procesar todo lo que ocurría, hacía apenas media hora era sólo un joven estudiante virgen absolutamente inexperimentado en las áreas sexuales, y de pronto era víctima de una pandilla de violadores y tocado y manoseado en áreas y formas que jamás había imaginado. 

El tren comenzó a disminuir su velocidad. Una parte de él comprendió que se acercaban a la siguiente estación, pero no pensó más en ello, envuelto como estaba en las sensaciones.

El pene de Takeshi, para su horror, comenzó a reaccionar de manera automática a las hábiles manipulaciones manuales, y pronto volvió a su antiguo grosor. Aún peor, empezaba a sentir un cierto grado de placer que le preocupaba, sus bolas se habían contraído contra su cuerpo. La persona que le penetraba sacó tres cuartas partes de su miembro, sólo para volver a acometer contra su víctima. La mejilla de Takeshi fue presionaba contra el vidrio por el violento movimiento y su pene dio un pequeño salto. El atacante repitió el movimiento un par de ocasiones más, quitándole el aliento a Takeshi en cada ocasión; su mejilla seguía apretada contra el vidrio de la puerta y apoyaba también la palma de sus manos contra ella.

Una luz le hizo abrir los ojos. Lo que vio al abrirlos le horrorizó.

Un grupo de personas le veía en la estación opuesta. La mayoría le miraban con espanto, algunos con repulsión o con sorpresa. Un grupo de muchachos le tomaban fotos, algunas con flash, usando su celular, y otro parecía estar grabando la violación de la que era víctima mientras que un viejo le gritaba cosas que no podía escuchar. Las vías del otro metro le separaban del gentío, pero no de sus miradas penetrantes, testigos todos de cómo Takeshi perdía su virginidad con un grupo de desconocidos en un metro público. La estimulación, sin embargo, no se había detenido en ningún momento. Mezclado con la angustia que tenía llegó a sentir algo extraño dentro de él que iba en aumento, con temor sintió cómo la estimulación se duplicaba y crecía; poniendo los ojos en blanco y frente a su audiencia, Takeshi soltó una gran disparo de semen que manchó el vidrio, justo en el instante en que otro metro llegó a la estación opuesta y se interpuso entre los testigos y él, y el suyo reanudaba su propia marcha. 

Sus rodillas flaquearon, producto del intenso orgasmo que aún experimentaba, y sintió que caería al piso. Otros chorros de semen siguieron saliendo de él, cada vez en menor intensidad. Los violadores le sostenían y continuaban manoseándolo sin darle tregua; algunos habían sacado sus propios miembros y los agitaban con gran velocidad, excitados por la escena que acababan de presenciar. No tardaron en explotar ellos también, expulsando grueso y espeso semen que cayó al piso o manchó a Takeshi en las piernas y en su pantalón. Mientras tanto, quien le penetraba lo hacía con mayor ahínco, dando ahora punzadas cortas y rápidas. Comenzó a jadear, y con un gruñido él también se corrió; Takeshi estaba bajando de su propia euforia, y sintió cuando la verga en su interior comenzó a palpitar y expulsar su espesa leche dentro de su recto.

Del culo de Takeshi aún escurría aquel blancuzco líquido cuando dos de los victimarios le subieron el pantalón. Se sintió asqueado y confundido por lo que acababa de pasar, sintió cómo el metro se detuvo al llegar a la siguiente estación y, un poco mareado, se dejó llevar por la marea de gente que le empujaba al exterior. No estaba seguro qué había sido de sus agresores ni de en qué estación se encontraba ya, sólo quería salir de ahí, del infernal metro que le había llevado a experimentar sensaciones como nunca había tenido ni nunca volvería a tener. Trastabillando, se dirigió a la salida, sólo vagamente notando las extrañas miradas que le dirigía la gente al ver a un estudiante con la ropa desajustada, el pantalón arrugado y manchado y con los pezones expuestos. Quería olvidar y jamás volver a pensar en lo ocurrido. Su culo le dolía...

* * *

“Esta noche: Impactante video de un joven, víctima de abusadores en la línea Toei Mita. Les advertimos a los televidentes que las siguientes imágenes son altamente gráficas y perturbadoras, por lo que el contenido queda a reserva del espectador...”

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