Friday, November 12, 2021

El Chantaje

Andando con cuidado por la oscura oficina, un hombre joven se hacía paso entre los escritorios vacíos de sus subordinados en dirección a su propia oficina privada. A pesar del nudo que sentía en el estómago intentaba mantener una apariencia de total compostura; no le daría el placer de mostrarse nervioso frente a quien fuese la persona que le había citado en la oficina en fin de semana, con evidencia de su malversación de fondos.


Aquel hombre pálido no debía pasar de los treinta años. Su cabello, dorado como la miel, estaba pulcramente recortado, y su joven rostro desnudo, perfectamente rasurado. Se movía con elegancia sorprendente entre los escritorios acomodados en forma de herradura considerando la falta de iluminación.


Entró a su propia oficina y vio un rayo de luz de luna filtrándose entre las cortinas, iluminando el único escritorio en medio de la habitación sobre el que no tenía decoración alguna. Siempre había sido práctico de esa forma. Encendió el interruptor a un lado de la puerta y parpadeo, intentando ajustarse ante la abrupta luz blanca que llenó la sala.


Acercándose al ventanal, observó entre las cortinas la ciudad a sus pies. Volvió a repasar mentalmente su plan, lo que cuidadosamente había calculado sería la mejor oferta para su chantajista. Sopesó riesgos, diversos cálculos corrían a toda velocidad por su mente; el carro deportivo (sabía pasaba su presupuesto, pero no había podido resistir), la motocicleta (apenas había llegado a montar su BMW HP4), la casa en el...


El chillar de la puerta de su oficina le sacó abruptamente de sus pensamientos. Luka giró la cabeza con sorpresa, conteniendo la respiración, hasta que vio de quien estaba en el marco de la misma.


"¿Qué diablos haces aquí?" el nervio de Luka fue reemplazado en un instante por enojo puro. Frente a él estaba uno de los conserjes del edificio, cuyo nombre no se había molestado en aprender. Su chantajista podría llegar en cualquier momento, no quería que nadie más estuviese presente. "¡Largo de aquí, ahora mismo!"


"Me retiro entonces, Sr. Lehmann" le dijo el hombre, sonriéndole e inclinando ligeramente la cabeza hacia él. Era un hombre de mediana edad, piel oscura y cabello largo y grisáceo recogido en una coleta. Sus brazos, labrados a costa de trabajo manual, estaban decorados por diversos tatuajes. Dándole la espalda a Luka, continuó, "por supuesto, al retirarme es claro que tendré que revelar aquellas cosas que, como le comenté en mi mensaje anterior, sé de usted."


Las palabras del hombre helaron la sangre de Luka. Apenas ahora veía que el conserje no vestía el uniforme en el que usualmente le veía, sino una chaqueta negra de cuero y pantalones de mezclilla con una cadena colgando de una hebilla. Todo este tiempo se había cuestionado quién podría ser su chantajista, si acaso sería Becker, cabeza del departamento de IT, o quizá Koch, a quien era bien sabido le había ganado la última promoción, pero jamás había pensado que alguien a quien apenas y veía podría ser quien estuviera detrás de esto.


"Espera", le detuvo Luka antes de que aquel hombre se retirara. La furia no se había disipado del todo, pero se obligó a contenerse y a medir con cuidado sus palabras. Suspiró y metió la mano en el bolsillo de su pantalón expertamente planchado. "Bien, esto es lo que tengo, te daré..."


"Calla el hocico", aquel hombre no alzó la voz pero su tono fue suficiente para parar en seco al ejecutivo. "Yo soy el que te dirá lo que me vas a dar, y de qué forma será. Cada pago será el día primero sin falla. Lo entregarás en efectivo en esta ubicación..."


El cuerpo de Luka temblaba de furia apenas contenida conforme escuchaba las instrucciones de aquel hombre. ¿Cómo se atrevía a hablarle de aquella forma? ¿Creía que lo tenía por los huevos? Le demostraría quién era el jefe, quién estaba a cargo.


"Escuchame", comenzó Luka amenazadoramente, apuntándole con el índice conforme se acercaba para encararlo. El hombre no se inmutó; el estar frente a frente sólo acentuó la diferencia de estatura entre ambos, Luka debió alzar la cabeza para mirarle a los ojos. "No me importa qué es lo que sepas, nadie viene a mi oficina a darme órdenes. Así que te vas a ca- ¡ARGHH!"


Aquel hombre le había tomado de la muñeca y en un instante le había forzado el brazo contra su espalda, inmobilizándolo. Luka chilló, sorprendido y temeroso de ser lastimado. A sus espaldas, el hombre acercó su rostro a su oído, "no, señor Lehmann, usted es quien me va a escuchar. Parece que no aprecia el agujero en el que se encuentra ya y prefiere cavar uno más profundo, así que me parece necesario que primero que nada le enseñe quién es el que manda aquí".



Forzando aún el brazo de su víctima contra su espalda, el conserje le empujó hasta su escritorio y le lanzó toscamente contra la mesa, dejando su cabeza contra la fría madera. Ambas manos inmovilizadas contra su espalda por su atacante, Luka miró asombrado a aquel hombre alzar su otra mano, y antes de que pudiera comprender lo que haría, sintió el escozor de su pesada mano azotando su culo.


"Qué... ¿Qué estás haciendo? ¡Para! ¡Para!" chilló el joven, intentando alzarse pero incapaz de hacerlo. Aquel hombre era bastante más fuerte que él, por lo que sus esfuerzos fueron en vano. Sentía los azotes en ambas nalgas como si de un niño pequeño se tratara, y como tal pataleaba intentando liberarse de los golpes. ¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF! No sabía si cada uno era más fuerte que el anterior, o quizá simplemente sus nalgas se estaban volviendo más sensibles. Se sentía humillado al ser tratado de aquella forma, e impotente de impedirlo.


Los violentos azotes continuaron, y poco a poco Luka fue desistiendo en su intento por detener a aquel hombre al mismo tiempo que sus órdenes por que este parara se fueron transformando en súplicas. No tenía fuerza ya, y el dolor iba en aumento.


"¡AGH! No, ¡para! Por favor, ¡para! Te lo ruego, te lo... ¡ARGHH!" berreó, moviendo sus caderas e intentando escapar infructuosamente del constante ataque. Su culo comenzaba a arder y cada nalgada dolía peor que la anterior. Su pantalón italiano de marca, perfectamente ajustado a su talla, acentuaba el contorno de su trasero, pegándose como una segunda piel a sus considerables melones que tenía por nalgas. Gustaba de usar ropa ceñida, y su forcejeo constante estaba estirando aquel pantalón al límite.


De pronto, Luka escuchó con horror el inconfundible sonido de ropa desgarrándose. El hombre a sus espaldas rió estrepitosamente al tiempo que el rostro del ejecutivo enrojecía.


"¡Parece que tu ropa no es de la mejor calidad! Eso es lo que pasa cuando usas ropa tan apretada, ¿eh?" comentó, introduciendo un par de dedos al interior del agujero en la parte trasera de su pantalón. Luka se estremeció al sentir como palpaba la delgada tela de su calzoncillo. "Mm, parece también estás empezando a agarrar algo de color, pero no vamos a parar hasta que te disculpes conmigo por alzar la voz, y me ruegues por el honor de servirme."


"No... ¡No!", le gritó Luka, con más coraje del que en realidad sentía. "¡Suéltame, animal!"


Para toda respuesta, el hombre tomó uno de los lados del agujero y tiró con violencia, agrandando el desgarre. Luka comenzó a protestar más inmediatamente fue silenciado con un azote que le hizo reanudar sus chillidos. Su pantalón italiano estaba completamente arruinado, y sus calzoncillos blancos de la marca Calvin Klein quedaron a la vista de su victimario, pero eso no fue lo único que captó la atención de su verdugo.


"Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Parece que no estás sufriendo tanto como clamas", le dijo el conserje. Luka agachó la cabeza, absolutamente humillado. No quería que aquel hombre supiera, no quería... pero la tienda que se había alzado al frente de sus calzoncillos era clara, así como la mancha que los transparentaba. "¿Por qué no vemos qué tenemos por aquí más de cerca?"


El hombre le bajó su ropa interior con violencia. Luka aspiró, horrorizado al verse expuesto de aquella manera sin su consentimiento. "¡No!", gritó desesperado al tiempo que su miembro saltó libre, manchando el escritorio con su líquido preseminal.


"Estás disfrutando demasiado esto", comentó divertido el hombre. "Creo que tendré que esforzarme más antes de que entiendas tu posición aquí."


Los azotes comenzaron nuevamente. Cada golpe de la palma de la mano en su piel desnuda le hacía estremecer, una mezcla que le avergonzaba reconocer se encontraba entre el placer y el dolor; el escozor era cada vez más insoportable, especialmente ahora que no tenía protección alguna, pero algo dentro de él, una parte que siempre había luchado por mantener oculta, le provocaba sensaciones confusas de euforia. Luka gimoteo, pidiendo piedad. Sentía arder su culo, sus ojos comenzaban a picar.


"Aw, parece que el señor Lehmann quiere llorar", le dijo burlonamente el hombre. Sus azotes continuaban, haciendo saltar a Luka en cada ocasión. "Ya sabes lo que tienes que decir si es que quieres que esto termine para ti", el tono de voz del hombre delataba la diversión que sentía. Sus azotes no eran tan fuertes como antes, pero las nalgas magulladas de Luka sufrían cada golpe.


Luka pestañeó furiosamente, intentando contener las lágrimas provocadas por la combinación de dolor, impotencia y humillación. "¡N-no!", chilló, con menos fuerza de la que esperaba. Aulló al ser golpeado nuevamente. "¡Ow! ¡Para! ¡Por favor, para! ¡Te lo suplico!"


¡PLAF! ¡PLAF! Azotes, uno tras otro, fueron la única respuesta que Luka recibió. Se sentía pequeño e indefenso como nunca; las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, libres, aumentando su humillación. ¿Cómo había caído tan bajo? ¿Cómo había permitido que aquel hombre le tratase de aquella manera, viera esa parte de sí? Su labio inferior temblaba, podía saborear una lágrima salada que se había colado entre sus labios.


"Por favor, por favor..., haré lo que me pideees", lloriqueó patéticamente, su voz quebrándose. Las nalgadas pararon y Luka estalló en llanto, sin poder evitarlo. "No má-más… te lo ruego, no más". La gran mano velluda que le mantenía sostenido de las muñecas le soltó, más Luka no hizo esfuerzo alguno por moverse. Quebrado, lloró desconsolado contra la fría madera, lloró como haría un niño pequeño, a moco tendido. La mano del conserje se posó en su cabeza y Luka se estremeció, pero este solo le acarició.


"¿Vas a ser un chico obediente?", le preguntó suavemente el hombre, sobando su cabeza. Luka continuó lloriqueando por lo bajo, sin responder, hasta que un rápido azote de nalgas le hizo dar un pequeño ladrido y afirmar al instante que lo haría, que obedecería. "Eso es lo que espero, señor Lehmann", prosiguió el hombre en tono irónico.


Una mano cálida y callosa le tomó del miembro, y Luka dio un respingo. Para su propia sorpresa su pene aún se encontraba endurecido; no resistió cuando aquel hombre comenzó a masturbarle, y pronto se encontró jadeante, sintiendo sus bolas retraerse contra su cuerpo.


"¿Sabes? Hoy había venido con la sola idea de ganar dinero", le dijo el hombre, acelerando el ritmo. "Pero creo que me quedaré con algo más también". Luka apenas le escuchaba, estaba al borde del orgasmo... pero justo en el momento en que sentía que llegaba, el hombre paró. El ejecutivo gimió patéticamente, deseoso de poder vaciar sus bolas, y alzó la mirada para ver al conserje. La sonrisa que le dio le provocó un escalofrío en la espalda.

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